domingo, 27 de marzo de 2011

Punta Chica




Punta Chica para la década del 70 y 80 era un Lugar recreativo que el Centro de Industriales de Panaderos de la Capital, tenía para sus asociados. El predio, unas 5 hectáreas, lindaban con el rio de la plata, y estaba flanqueado por un club de Yatch en uno de sus lados y del otro por el centro de Almaceneros. De la apacible Vicente Lopez, los terrenos habían sido ganados al rio en temporadas anteriores, por eso se situaba, luego de descender un profundo barranco de 3 cuadras, atravesando la desactivada estación homónima, actual reciclado “ Tren de la Costa”. Los preparativos de la salida, tenían como punto de partida la panadería. Mi abuela Carmen, como medida principal tenía la obligación de proveer de la cocina de campaña. Desde la mañana temprano cocinaba en una lata grande rectangular, una “ empanada gallega”, especie de calzón sobre molde, con el interior compuesto de bacalao reogado con cebollas y morrones. Se cortaban en porciones de 10 x 10 directamente “ In situ”. Acompañado de esta delicia, complementaba la dieta con las habituales carnes para el asado, costumbre adquirida en la Argentina. Ensaladas y pan complementaban el resto. Previamente disponía todos sus utensilios en un canasto ovalado bajo, retirado de la misma panadería, con todos los implementos necesarios, sacados de la cocina. No había artilugios de plástico en la partida, pesados “pirex “hacían de ensaladera, junto con fuentes rojas enlozadas de chapa, platos y vasos “Durex”. Otra jarra enlozada pero de color amarillo, recibía frecuentemente de mi abuela, los flujos etílicos de la damajuana, que en cada proceso de transfusión, salpicaba indiscriminadamente todo su entorno. La partida convenientemente estaba dispuesta de un vehículo particular, acompañado de la camioneta utilitaria de alguna de las panaderías. A nuestra llegada, cercana al mediodía, un bedel nos recibía cortésmente ,cupón de invitados en mano, para certificar los carnets de los presentes. Mi abuelo que era socio fundador de la institución, pero poco afecto a las relaciones públicas, le daba por las pelotas, esta inquisitoria. Con su Falcon Sprint, accionaba una potente bocina de Ford “ T “, desarticulaba a su paso la débil cuerda entre dos estacas que hacía las veces de barrera, profiriendo simultáneamente sendos improperios al infortunado recepcionista. Todos festejábamos su actitud, sabida de su prolongada permanencia en la institución, y de los denodados esfuerzos junto a su mentor y consuegro: “ Don Ramiro Taboas “, presidente en varias ocasiones, y “ alma Mater” en la construcción del predio recreativo. Lo paradógico de esto, es que no usaba las instalaciones amén de la sombra unos árboles y alguna parrilla. Jamás los vi a mis abuelos o a mis padres en la pileta, vestuarios, canchas de futbol o cualquier esparcimiento previsto del parque. El único deporte previsto era el de la “ Baraja “, en sus variantes “ tute” por parejas o “ Tute Cabrero “ de a varios, individualmente. Actividad que se emprendía luego del almuerzo. En ocasiones circulaban por entre los presentes, sorteando los clanes esparcidos de asociados, una banda gallega de unos seis integrantes, previamente contratada, completando la postal del recuerdo. A su paso mi abuelo celebraba la comitiva, pidiendo invariablemente el conocido pasodoble “ España Cañí “, a lo que los gaiteros accedían, luego de que este introduciese un billete en la bolsa de pana bordada, con la insignia de la agrupación. Entonaba las repetidas frases de la canción con ímpetu, y tomaba de la mano alguna de sus nueras, para ensayar sus pasos. Esto, cuando lo encontraban aún con disposición, más de una vez saludo desde el suelo la marcha de la banda, que interrumpía su resaca alcohólica, haciendo un gesto típico con su mano de: “ Es suficiente “, marchaos. No en vano, fue bautizado por sus hijos como “ El General “. No es que de su boca surgiesen órdenes, o tratase a los que lo rodeasen como sus súbditos, era un mandato surgido de su actitud, de su ejercicio contenedor que tenía para con su familia. Tempranamente había sido patrón de sus empresas ,y tenido gente a su cargo. No era abierto al diálogo, y mucho menos a una discusión que insumiese más de 2 minutos. Para él , era corta la bocha, si algo lo disgustaba , se alejaba sin mediar palabras, ni arrepentimientos. Nosotros los chicos, sí disfrutábamos de las instalaciones en plenitud, si la cancha grande estaba disponible pateábamos penales en parejas de a dos hasta ensuciarnos lo suficiente como para ir a la pileta. Rondábamos las adyacencias, recorriendo la abandonada estación de trenes de Punta Chica, contorneábamos la pequeña playa de arena del rio, o jugábamos en un precario parque de juegos concesionado. Las atracciones del momento eran un juego de sapo tradicional con fichas de hierro, un ring de box con dos luchadores que pugnaban mediante el accionamiento posterior de unas varillas, un juego de básquet con teclas que impulsaban una pelotita de ping pong dentro de una campana, unos pinball mecánicos y algún otro arcaico dispositivo que mi mente no recuerda. De regreso a las actividades deportivas, volvíamos incontables veces al pie de mi abuelo para obtener el dinero necesario para las rondas de helados en el buffet , un quincho de paja rodeado de una pared baja y una veintena de mesas distribuídas en su interior, al lado de este la pileta principal, un rectángulo de unos 30 metros por diez. Al frente una pileta para chicos de unos 8 metros de diámetro y 30 cms de profundidad. A mis ocho años yo ya había abandonado la pileta para chicos, frecuentaba la parte baja de la pileta para grandes y hasta me animaba a las profundidades agarrado de los bordes, o por la línea divisoria de la parte “ honda”. Por eso mi único “ metier “ en este depósito de orín de niños, era vigilar lo que hacía mi hermana menor Irina de cuatro años u ocasionalmente atravesarlo distraídamente para lavarme las embarradas patas salidas del potrero. Pero hete aquí que lo que me convocaba al momento, era testear un modelo de velero , que me habían regalado para mi cumpleaños. El modelo en cuestión un pesado barco en madera maciza ,con un velamen en paño de algodón, en su vientre una afilada quilla de chapa direccionaba certeramente al navío al destino concebido. Una vez impulsado desde su popa adquiría una velocidad sorprendente que solo veía detenida su marcha colisionando la proa de madera,contra uno de los bordes de la piscina. Lo que no predije, dado mi corta edad, es que el juguete naval pudiese ocasionar un terrible daño. En una de las animadas trayectorias intercepto el rostro desprevenido de una infante que emergía de las profundidades. Un corte de unos cinco centímetros interesó la ceja y frente de una niña provocándole un profundo corte. Inmediatamente la pileta se tiñó de rojo. La niñita irrumpió en llantos en el centro de la pileta en una escena dantesca similar a Tiburón II. Afortunadamente para mí, a pesar del accidente, la infortunada, era una prima lejana con sus familiares allí presentes. Fue el debut y despedida de “ La Argentina “ en aguas estancas.


Esteban Silva

• Años más tarde reconocería a la lejana prima con motivo de asistir a una “ Fiesta Casamiento”, de una de sus hermanas, inmediatamente percibí la horrible cicatriz sobre su rostro, producto de la desagraciada “ Maniobra”.

6 comentarios:

  1. Me trajiste el lindo recuerdo de muchos lunes de infancia.
    Gerardo Aboy (h)

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  2. caí de casualidad en esta página, buscando las instalaciones de Punta Chica. Fue una hermosa infancia en ese lugar.

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  3. De chico pasé muchos lunes ahi,la mayoría de las veces faltando al cole. Eso debió de ser allá por los años 85-90 con 7-12 años.
    La vida me llevó a España en donde vivo desde 1990.¡Qué maravillosos recuerdos!
    Llevo un rato navegando por internet y google maps y no lo encuentro. ¿Es que ya no existe?
    Saludos

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  4. Yo pasé los mejores momentos de mi vida una familia numerosa no agrupavamos en el club y con solo 6 años recuerdo los baile y a una señora llamada doña María que bailaba la j con algo en la cabeza no se si hera una botella y a cierta hora llegaba la cerveza que gran lugar cuantos recuerdo .

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  5. Alguien sabe bien donde que ya que quiero ir para recordar esos hermosos mimentos de mi infancia

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  6. Actualmente tengo 66 años y recuerdo maravillosos momentos de que mis padres y mis tíos socios de una panadería 75% italiano compartíamos momentos excelentes con la mayoría de todos los españoles propietarios panaderos de punta chica. Además de todo lo enunciado en la historia original recuerdo muchas cosas que estimo que por mi edad ocurrieron antes y que no se saben y las digo a continuación tratando de no prolongar demasiado este momento de regocijo interior Y grato sobre mi infancia .n punta chica. Creo que la época que iban no existía un la pileta Y sí recuerdo una especie de Mirador que el agua cuando crecía hasta se podía pescar desde el mismo también recuerdo que íbamos caminando hacia el río de la plata periférico a la cancha de fútbol donde ya se había acercado en la época militar la salida directa al río creo que con relleno de tierras y pasábamos por un hueco del alambrado perimetral también recuerdo que había cerveza libre cada tanto que todos los adultos panaderos se acercaban libremente como también grandes asados en una enorme parrilla al asador sobre el piso pasado el tiempo y ya de adulto me había comprado un velero de madera y quería ver si me otorgaban una marra en el club que bloqueó la salida del complejo dejándole una nota si esto era posible no fue así después de un tiempo desapareció el complejo Y actualmente es un barrio privado que vaya a saber cuál habrá sido el negociado de los dirigentes últimos para que desaparezca este bello Club que llevo en mi memoria. Saludos de Ruben hijo del panadero Mingo ya fallecido ( gracias papa )

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