domingo, 27 de marzo de 2011

Blanca Fuentes de " Coca"


Blanca Fuentes de " Coca"

Blanca Fuentes, es la tercer hija mujer de otros siete hermanos varones. De familia tradicional boliviana, al influjo de sus hermanos y padre, condicionó toda su iniciativa personal, al amparo familiar.
El único remedio a tales circunstancias, fue y sigue siendo en la actualidad, la emancipación.
Cambió los yugos de su crianza por otro nuevo, el del hombre que la acompañaría en sus días venideros.
Pero como todo lo que comienza tortuoso crece de la misma forma, no tuvo como compatibilizar las dos familias y se recluyo en el ámbito conyugal. Trasladada de su nativa Cochabamba a la ciudad de Santa Cruz, emprendió su nueva vida con dotes de optimismo y libertad. Por fin daría los pasos en la dirección correcta. Poniendo rumbo a sus ilusiones, a su deseo de ser alguien. Sin ninguna duda, estaba en el lugar correcto. Una ciudad de mediano porte que era el centro de distribución de la industria y los recursos de país. Oportunidades no faltarían, era cuestión de visar la posibilidad, de ser creativo en esta ciudad cosmopolita.
Tan feliz estaba, que al recibir la noticia de su embarazo corrió de la clínica donde fue noticiada al abrazo de su marido. Un taxi que circulaba por la avenida Intermodal, chocó con su anatomía.
Al despertarse en el hospital tendría al menos una buena noticia, su precario embarazo aún subsistía dentro de su vientre.. Su pierna izquierda en cambio, había sido operada por una fractura expuesta de fémur.
Los médicos del hospital “ San Juan “ de traumatología le auguraban una buena recuperación. Por su juventud, escasos dieciséis años, y por el buen humor manifestado en el trato inicial del trauma.
La realidad fue otra. Una lenta cicatrización acompañada de fiebre constante, una mancha oscura que se extendía desde la herida misma hasta su rodilla.
Evidentemente necrosada ,su destino estaba más cercano al cercenamiento que a la recuperación.
Lo sabía, lo presentía en la mirada de sus doctores. En las conversaciones que mantenían a distancia prudencial de sus oídos. Por eso, fue sometida a una nueva intervención, que dio luz suficiente al alumbramiento de su primer hija, en circunstancias tan desfavorables.
Al cuidado de sus suegros, solo le restaba superar el trance por el cual había sido ingresada al nosocomio.
No le fue fácil, una vez más. Una operación que a término de recuperarse favorablemente, recaía en constantes infecciones de rechazo. A todo esto ya pasaban tres largos años de su ingreso. La solución, una prótesis de remplazo para el hueso afectado. Adminículo de difícil costeo en la por entonces Bolivia de los setenta.
Un grupo de hermanos salecianos en concurso de sus recorridas habituales de hospital, depararon en su caso.
Y con su ayuda mediante, y la promesa de pertenecer a la congregación, obtuvo el implemento necesario para su salud. Al cabo de cuatro temporadas en la institución hospitalaria vio la luz, en una tibia mañana de abril.
En ese lapso, su esposo había contraído nuevas nupcias. Se le había desheredado, y su hija esperaba a ser recogida. Con tan solo tres años, la colocó en un aguayo sobre sus espaldas, y aún con su cojera, encaró para la selva de “ El Chapare” en busca de trabajo. Los inicios fueron dificultosos, la tarea ardua y cansadora. Plantaba y recogía hojas de coca, para un hacendado regional. Sus dotes de administradora e ingenio, le dieron oportunidad al poco tiempo de prevalecer por encima del campesinado.
Los primeros ahorros rindieron sus frutos, un escueta parcela de terreno en donde tenía su primera producción cuentapropista. Al mismo tiempo , no descuidaba su puesto de capataz en la finca a cuidado de ella.
Organizaba a sus obreros, recolectaba la producción y la vendía a la cooperativa local.
Para el año setenta y nueve, en plena dictadura de Hugo Banzer, vio organizar los primeros laboratorios de coca en plena selva. Un arrendador foráneo de nombre Roberto Suarez, prometía unos rindes impresionantes a la producción de la hoja. El mismo bajo su supervisión trajo a unos químicos alemanes ,encargados del proceso de depuración . La tarea de todos los mini-productores asociados a esta empresa era la de proveer el sulfato de coca, necesario para la producción de cocaína. En largas carreras confeccionadas con bolsas de poliéster se extendía el grueso de las hojas de coca para su pisado. Al cabo de varias horas, acompañadas de huayños , cuecas y morenadas, bajo el ritmo acompasado de los pies campesinos. Un picado homogéneo de hojas, era la base para el proceso. A esto se le agregaba ácido sulfúrico para su reducción. A la hora de mediodía, indicada especialmente por los técnicos extranjeros se procedía a cuajar la mezcla. Una formula apodada “ 12-12”, parte de ether y amoníaco, se diluían en tambores azules para preparar la “ madre”. Esta madre debía evaporar el resto de los vehículos líquidos para así obtener el sulfato deseado.
Era común para la época secar el preparado en bolas de papel higiénico al reparo de ventiladores.
El sulfato de esta elaboración , con el agregado de permanganato de potasio oxida la “ Base “. Este tipo de sulfato se denomina “ alita de mosca” o “ escama de pez”, dando por resultado la esperada “ Cristal”, o cocaína en su máxima pureza. Blanca, sabía de estos menesteres. Del proceso en todas sus etapas, de los micro-productores de sulfato que aportaban dos o tres kilos al convoy. De los grandes productores, que fletaban charters desde las ciudades vecinas de Beni y Pando, para retirar la producción y traer suministros químicos.
Enseguida relacionó la capacidad “ operativa” sobrante de las avionetas, suministrándoles sus propias partidas de sulfato en remesas de 650 Kilos.
Fue su época de oro, al tiempo de su segundo marido. Casas en ciudad y en la selva tropical de “ El Chapare”, autos lujosos y viajes de avión en el territorio boliviano.
Fiestas familiares , educación cara para sus hijos, ropa y ostentación. La producción “ oficial”, de los carriles legales exportaba su producción a Alemania, Bélgica, Holanda y España.
Ella, solo comía de las sobras del negocio. Era el subproducto. Un engranaje más al fin, pero el más inofensivo. De cualquier forma, la atribulada cocaína no era consumida en su territorio, no dañaba a los de su pueblo.
No representaba un daño moral a sus conceptos, no lo percibía con la escasa información local. Era más el medio o la oportunidad de triunfar finalmente en la vida. Era una revancha.
Los vaivenes presidenciales vieron fructificar su negocio, al tiempo que García Meza, continuaba con el legado Banzerista de connivencia y usufructo del narcotráfico a escala.
Pero para el año 82´al tiempo de un postergado Hernan Siles Suazo a la presidencia del país, los tiempos que se avecinaban eran otros. De influencia social demócrata, asignó acuerdos binacionales con la agencia americana anti-drogas para su control en el territorio.
Al desembarco de la DEA, rápidas provisiones se ejecutaron para desmantelar el aparato oficial de la red de laboratorios. Uno a uno, Blanca vio caer a los más encumbrados militares de la región perdiendo todos sus bienes a cambio de un no-procesamiento. El destino de sus embarcos también se vería afectado irremediablemente. Tenía una amplia red de informantes especialmente pagos para su protección. Así pudo evitar el cerco de la DEA, a tiempo. En la tarea tuvo que quemar dos aviones repletos de carga, a los que previamente retiraba todo identificación. Pistas improvisadas ganadas al cerrado, mediante desforestación, a los que Blanca marcaba en su superficie con cuatro polleras de “ chola “ extendidas en ´círculos vistosos desde el aire. Todos estos contratiempos hacían imposible el negocio, asfixiado por el grupo antidrogas, y por el influjo gobernante mayoritariamente opuesto a estas prácticas.
Había oído de un nuevo mercado que se habría, frente a sus ojos. El de Argentina.
Traslado a toda su familia, al barrio capitalino de Lugano, en el sur de la ciudad, que le abría sus brazos a la mayoría de los inmigrantes bolvianos.
A su llegada rápidamente montó su casa, y una actividad legal libre de toda sospecha. Un restaurant para la colectividad, y unas habitaciones dadas en alquiler en los pisos superiores de la residencia.
Pasado este tramo inicial de afincamiento recuperó su actividad principal abandonada , en la incursión extranjera a su país. El tráfico, lisa y llanamente.
Sus primeras incursiones fueron de mula, a pedido de otros, traídas personalmente en pequeñas cargas por la frontera terrestre de Yacuíba.
Al término del tercer embarque ya tenía conocimiento pleno de las maniobras necesarias para su traslado.
Era arriesgado, estos traslados minoristas eran a “ riesgo propio”, no formaban parte de ninguna cadena de complicidades, no había personas sobornadas a cargo de controles aduaneros. Para eso se empleaba las vías oficiales que triplicaban el precio en origen. Esto era más un riesgo personal asumido, con la presunción de un beneficio mayor. Beneficio que no llegaría a consumarse en función de su detención” In fraganti”, por posesión en el traslado de 3 kilos de cocaína en la región de Salta , noroeste Argentino próximo a la frontera.
Una breve estadía en la Unidad nº 26 de Salta dio paso a otros seis años en el penal de Ezeiza para completar la condena abreviada.
Había aprendido la lección. En la cárcel no forjó amistades, sino respetos. Está vuelta a la libertad , la devolvía con más experiencia. Como interna supo de la fragilidad en la tarea emprendida que tan torpemente la condujo al ostracismo. El saldo favorable el fortalecimiento del núcleo familiar reunido a su redor en las visitas de domingo.
Otra vez en la calle dedicó el primer año al cuidado de su familia, y lentamente fue retomando su actividad emancipadora, con las precauciones debidas del caso. Ya no traficaría.
Su nueva misión era la de servir de conexión entre el importador, y el mayorista distribuidor. El amplio conocimiento en la materia, le aseguraba de los contactos necesarios para el concurso de voluntades afines.
Y como es común en estos casos, volvió a caer en manos de la Federal convenientemente avisada, de su participación en el ilícito.
Fue un baldazo de agua fría para Blanca, en exactamente un año, volvía a ingresar con las manos esposadas en el pabellón de mujeres de la Unidad Nº 3 de Ezeiza. Esta vez el agravado de la pena se debió a lo recurrente del crimen: 8 años de prisión efectivos.
Este nuevo lapso, pudo ser un episodio trágico para ella, lejos de ello, su voluntad férrea no quebró su espíritu tan acostumbrado a dar batalla en condiciones desfavorables. Con cierto peso específico dentro del penal, no tendría que pagar esta vez el derecho de piso. La sola asunción por parte de los reos, de que Blanca caía sola, sin delaciones de personas allegadas, le granjeaba un gran respeto. Conocía perfectamente su profesión y asumía los riesgos, era el fusible que saltaba en una operación y dejaba libre de culpa y cargo a los otros dos extremos. Su silencio tenía el valor más preciado en el hampa del narcotráfico.
El de los Códigos.
Asumía como propia la mercadería trasladada, a pesar de la conveniencia declarativa que agentes de la federal querrían para su procedimiento, basado a fuerza de cachetazos en la cara.
A su segunda salida tras las rejas, el panorama era otro.
Hordas de chicos delicuentes se disputaban el territorio. La mesa directiva del barrio a través de su dirigente principal tenía tanto el control, como la venia política. Su tráfico redundaba en aportes en negro a las campañas presidenciales y legislativas. Como contrapartida dos polos de narcotráfico surgirían en los barrios porteños de Lugano y La villa de Bajo Flores “ 1-11-14”.
Sus hijos ya mayores de edad, eran parte de este submundo.
Rápidamente habían desvirtuado la empresa familiar de remis a nombre de su madre, en un delivery de drogas al por mayor.
Intentando frenar la escalada delictiva de sus propios vástagos, sustrajo temporalmente los vehículos remitiéndolos a un garaje de su conocimiento, aprovechando una noche de carnaval.
Fue estrangulada en un confuso episodio, a la tarde siguiente, en su domicilio.

Esteban Silva

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