Flashes de Carnaval
Ayer por la noche, domingo tórrido último de Febrero, daba unas vueltas de bicicleta en las avenidas porteñas de mi ciudad.
Amplios vallados enmarcaban los corredores previstos para la inminente murga de carnaval.
Desde el palco, una persona probaba el micrófono, -Ho, Ho,Ho,Hola,P, P, P, Un, Un,Dos, Tres -.
Disminuí la velocidad, de lado, una comparsa se aprestaba a entrar en acción. Algunos integrantes daban saltos ornamentales parados en un mismo sitio, probando sus acrobacias.
Dentro de un colectivo escolar, los músicos ensayaban los redobles de su autoría.
Al final del recorrido, otra valla perpendicular, marcaba los límites del espectáculo.
Me puse ahí ( distante ), de frente a ellos, para verlos avanzar directamente sobre mi persona.
Cuando llegaron hasta la mitad de lo previsto, resolví continuar la marcha.
A unas diez cuadras del lugar, (aún con la avenida desierta de autos debido a la interrupción del tránsito) percibí, a el último integrante que completaba la escena.
Una madre con su hijo daban pasos apresurados para incorporarse al espectáculo.
En su mano, portaba un traje con lentejuelas y una galera. A su lado, un niño de ocho años, obeso, hacía denodados esfuerzos por mantener el paso.
Pantalón corto, remera, la cara pintada de blanco hasta el cuello, un lagrimón rojo de purpurina adherido a su mejilla.
A lo lejos se escuchaba el compás de los tambores, redoblantes y silbatos.
Imaginé ese lapso una eternidad.
De vez en cuando, los dedos agitados de madre e hijo se encontraban para proseguir la trajinada marcha.
Mmm no sé, me dio pena y ternura a la vez…
En esa instantánea fugaz, creí entenderlo todo.
Esteban Silva
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