domingo, 27 de marzo de 2011

Navidad del 80




A diferencia de las navidades en la panadería de mi abuela, las navidades en la casa de mi tío Cacho eran muy solemnes. Para comenzar había lugares establecidos en el salón comedor, una gran mesa de vidrio rectangular , a la que se le adosaba otra de menores proporciones , creo que redonda, donde se ubicaban por lo general los chicos, o alguna abuela, por qué no. Las sillas eran de diseño, pesados silloncitos de acero inoxidable, con tapizado de cuero, dos apoyabrazos que continuaban su curvatura hasta convertirse en las patas y hacer a su vez de amortiguadores del conjunto. Las sillas de la mesa complementaria se traían convenientemente del comedor diario de la cocina, unas banquetas tradicionales “ simil “ mimbre, donde los travesaños de madera eran remplazados por acero inox. Las paredes eran de ladrillos vista, con muebles clásicos modernos apostados a lo largo de la pared, un hogar que era el centro del living, y otro sector más bajo donde estaban los sofás un equipo de música y aledañamente un piano. La escena la complementaban un lámpara de tulipa, con un gran manómetro de barco en bronce ,que era el “ lei motiv “ de la composición, unos cuadros opacos de retratos estilo Renoir, no serigrafías, y un tapiz de telar norteño, de pequeñas dimensiones, una cantidad no definida de objetos de “ antiquer”, que mi tió compraba en sus periplos por la ferias de Vicente López, San Telmo y Parque Rivadavia, cerraban la escena. La mesa en sí misma, estaba provista de un mantel , cubiertos dispuestos en orden, con un tapete individual, un centro de flores individual, con el nombre de cada comensal, un porta servilleta, una copa; no vaso; y una panerita. El menú era, con pocas diferencias, el mismo todos los años. Un timbal de arroz con calamares que era la especialidad de mi tía, un áspic de verduras, un vitel thoné a la moda, ensalada Waldörf, y el plato principal lo aportábamos nosotros por tener panadería, lechón al horno frío, conjuntamente con los pan dulces. La reunión transcurría siempre por los mismos andariveles, disertación de don Julio, un ingeniero agrónomo que había sido gobernador de la provincia de misiones, y presidente de la Junta Nacional de granos , allá por los 60. Temas estructurales de la Argentina y los mercados regionales, a los que mi tío Cacho secundaba animadamente, y a los que mi viejo poco y nada aportaba, a excepción del uso de la harina en su profesión de panadero. Las mujeres charlaban de los quehaceres domésticos,de la preparación de su plato aportado a la mesa navideña, y de la criación de sus hijos supongo. Me acuerdo que siempre doña Elena, la mujer de don Julio y hermana de mi tía Isabel, esposa de mi tío Cacho, agarraba por el brazo a mi viejo, apretándolo extorsionadamente para obtener alguna receta de pastelería confiable de primeras fuentes, que ejecutada de manera hogareña no arrojaban los mismos resultados a los previstos. Lo malo de este ágape, era para nosotros los chicos, en conservar la postura hasta la finalización de la cena. A esta altura en casa de mi abuela “ la panadería”, ya estaríamos correteando libremente por la vereda, volviendo apresuradamente en intervalos a sorber un poco de Coca, y en los que estratégicamente mi tía Zulema, aprovechaba para colocar un bocado de comida en sus hijos. No, acá estaba todo planificado, en parte por la rigidez ortodoxo-rusa de mi tía, en parte por la aspiración de ascensión social que brindaba una casa de 3 plantas construída bajo planos, en pleno Devoto “erre”, la cuestión es que cada acontecimiento era un acto, un puesta en escena, donde participaban todos al unísono con sus papeles estudiados. Desde ya que en esa mesa no había improperios, bromas sexuales de ningún tipo, o corchazos en pleno ojo como a los que nos tenía acostumbrado nuestro abuelo Benito en la panadería. No, aquí todo transcurría apaciguadamente, en la medida justa, como aquel reloj de barco viejo pareciese mostrar, en las acalmadas aguas del remanso estiego. Por eso luego del brindis, era cuando formalmente se daba inicio a la apertura de la puerta principal para el “ Gran Finalle “, una cañita voladora de porte medio que se arrojaba en el frente de la casa, y en el que pretendidamente se pensaba obtener un retrato de grupo, simultáneamente con la ascensión del susodicho artlilugio pirotécnico. Una vez reunida a la concurrencia en la escalinata de la casa ordenadamente, vale decir por orden de importancia de arriba abajo, mayores, dueños, visitas principales y secundarias, hijos y sobrinos, se dispuso una botella de champagne vacía frente a las escalinatas para hacer las veces de plataforma “ Lanzadora” del artefacto. Mas atrás a media altura estaba la cámara de fotos que sería accionada conjuntamente con el encendido de la bengala, el interruptor automático retardado de la cámara, y la vuelta rápida al grupo, de una prima mayor que gentilmente se había propuesto para accionar el intrincado suceso de eventos, digno del desembarco coordinado en Normandía, por las fuerzas aliadas. Accionado el interruptor, encendido el dispositivo, reunida la gente en la escalinata con su mejor sonrisa, prestos a la captura del evento , en tiempo y forma, los segundos transcurrían en cámara lenta, como en la película “ el Origen “ de Leonardo di Caprio, cuando regresan a la realidad; surgió subrepticiamente y de entre las piernas el perro de la casa, apavorado por los estruendos de la hora 00.00, y se dirigió automáticamente con su hocico a apagar la cañita que prestes a su lanzamiento esperaba ordenadamente en su plataforma de despegue. Para que!. Apenas apoyo la trompa desniveló la botella, que en su trayectoria hacia el puro suelo, brindó el ángulo adecuado para lanzar el misil, al propio centro de la concurrencia atiborrada de las escalinatas, solo hubo gestos con las manos para apartar desesperadamente el misil, que convenientemente interesó las cortinas del living, y en un instantáneo FUUOP!!! Incendió en su totalidad el paño sintético, proveyendo casualmente un Dantesco espectáculo. Corrieron varias personas cual bomberos para apagar el incendio!!. Unos arrojaban agua desde los sifones, otro creo que mi tío, lo hizo desde la hielera de cubitos disueltos a esa altura. Se escucharon insultos, acusaciones de uno y otro lado por lo desacertado del lanzamiento , rostros desencajados intercambiaban miradas, y la inquisitoria principal era por esas horas, saber quien liberó al perro de la correa,que había dado comienzo, a tan nefasto dominó. A todo esto el perro emprendió una corrida interminable Hacia la mismísima concha de la lora, y no se obtuvo más noticias de él, hasta hoy, día. Fue la única vez que me alegré un poco, en una navidad de esa casa, lo juro.


Esteban Silva

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