martes, 30 de octubre de 2012

Del autor, al lector



Un ultraísmo a la medida de las circunstancias. Una retórica sesgada de los elementos esenciales. Un discurso que se adapte al interlocutor, a su voz dilecta. A aquella en que las palabras mellan con entusiasmo su estima, pudiendo inferir estocadas en lo más hondo. Habrá quien hable de oportunismo. Pero oportunismo, es el acto consciente de dirigir el mensaje a sabiendas de no sostenerlo. Yo hablo de las formas.
Porque se puede reflexionar en el humor. Reír con un drama. Llorar en la comedia.
Todo depende del grado de credibilidad. Esa, es la retórica.
El lugar previamente asignado a dónde el autor dirige su rebaño.
Hubo un tiempo, que estas cuestiones de género eran asumidas generacionalmente.
Hoy en día, convive el eclecticismo clasicista, con los paradigmas de la modernidad.
Un ultraísmo a la inversa, iconoclasta. En un mundo cargado de imágenes, provistas por los medios gráficos y audiovisuales, indagar al respecto, es en vano.
Mejor será volver a las fuentes. Al ejercicio idóneo de las palabras y su significado. A resolver los enigmas filosóficos que nos plantea esta nueva era. La arena mágica.
Hablar genérico, no nos hará estoicos. Parte del escepticismo imperante es derivado del avance de la ciencia y el declive de lo espiritual.
Lo importante será entonces, como siempre lo fue, lo novedoso y original de nuestras empresas. Ese punto de vista disímil del pasado, que se reformula en el presente y tiene en cuenta los nuevos condicionantes.
Sólo así, podremos contar fabulosas mentiras, teñidas de verdad.

Esteban Silva


viernes, 26 de octubre de 2012

Entre pitos y flautas



En el último año, reciente pasado, mi mujer y yo hemos emprendido la búsqueda profesional para la fertilización asistida. A sabiendas de exámenes rigurosos, nos sometimos a los más diversos test para allanar las dificultades imperantes.
En vista de los valores normales que ambos tenemos, recurrimos al servicio de fertilización, para poder completar el ciclo reproductivo lo debidamente monitoreados.
Pero hete aquí, que para llegar a esa instancia crucial que es la inoculación hay que someterse a exhaustivos exámenes previos. Que no son muchos, pero arduos.
En la mujer: colposcopia, trasvaginal, mamografía y análisis clínicos. En el hombre: espermograma completo, túnel espermático, análisis clínicos.
Cabe señalar empero, que la mujer lleva la mayor carga en este sondeo pormenorizado del aparato progenitor. En su mayoría, las mujeres están acostumbradas a estos análisis de rutina.
A excepción claro de la mamografía. Según testimonios: “ te aplastan las tetas como en una matambrera”. En alusión clara, a la compresión de la ubre entre dos partes, lo que facilita su estudio…
El hombre en cambio deberá eyacular en un recipiente estéril, con al menos, dos días de abstinencia y no más de seis.
Y es a este acto contra natura, de la reproducción humana al que me quiero referir.
En principio, y de aquí en adelante, consideraremos semánticamente al producto recabado de la extracción masturbatoria como: “ la muestra”.
La muestra deberá tener un máximo de una hora de extraída para conservar su anatomía.
Esto implica varios pormenores. Que se debe constar con el tiempo suficiente de delivery, entre la extracción y el punto de llegada.
Que en el caso “ nada aconsejable” de extraer la muestra “ in situ”, se debe constar con el espíritu y motivación suficientes como para lograr el objetivo previsto.
Y no es que haya hecho muchas muestras, pero de las veces que me he acercado, nunca observé a alguien concurrir a alguna dependencia para obtenerla.
Por eso, en los contados casos al que me sometí, decidí por la cercanía del laboratorio antes que cualquier otro aspecto facultativo.
Es en ese espíritu , en que me enfrasqué la primera vez que hice un examen.
Distante a apenas diez cuadras de mi casa, consulté un laboratorio que efectuaba este tipo de análisis. El lugar estaba despejado, apenas dos asistentes, rellenaban formularios y ensobraban exámenes. No me pareció “ una maravilla de la tecnología” el lugar. Pero sin duda, cumpliría con su cometido. Un precio acorde y la cercanía me inclinaron definitivamente para contratar sus servicios. Como estaba combinado, a la hora diez, llegué al laboratorio con mi muestra en mano.
Ahora, cabe destacar, la situación era otra. El salón principal, se encontraba atestado de ancianos en pugna, acechando la única ventanilla por dónde se recibían las órdenes y simultáneamente se recibían las muestras.
Una situación similar, para quien conoce, al haber ido a la cancha en hora cercana al encuentro. Tal situación, que distaba de la idealización de días pasados, me sacó de cuadro. Ahora, sin el menor aviso, debía enfrentar una cola punitoria con la muestra sensible en mi poder. En condiciones normales, vale aclarar, me hubiera hecho de paciencia como para esperar mi turno. En las circunstancias actuales, era menester que fuese atendido. Me armé de coraje y enfrenté a los codazos a la masa geronte.
Una vez cerca de la ventanilla, le hice señas a la secretaria, cómo para refrescar el vínculo parental de días pasados. A favor mío, pude contar, que me reconoció positivamente de entre el vejestorio, recibiendo la muestra pertinente.
A todo esto, entre pitos y flautas, nos acercábamos a los cuarenta y cinco minutos de la extracción. Aún restaba, empero, quince minutos residuales para la debida clasificación del material. Y aquí, en este punto significativo, es que me quiero detener.
Lejos de observar , la situación ideal , en que se pusiese la muestra obtenida en un refrigerador, el destino final fue arriba de un escritorio junto con una cantidad no precisada de recipientes de orina. Tal situación me enervó sobremanera.
A mi costado, sendas personas se quejaban por el “adelantamiento” de mi persona en el recinto. Uno, sin ir más lejos me espetó:

- ¿ usted viene por qué obra social?- ( queriendo indagar acerca de la pronta atención dispensada)

- No señora, soy particular, y traigo una “ muestra sensible”…- ( sin mayores aclaraciones )

- ¿ qué tipo de muestra sensible?- ( traspasando así, los límites permitidos de toda intromisión )

- ¡ Leche traigo señora, LECHE!!!-

En ese momento, mi atención volvía a hacer foco en el envase proporcionado para el examen, que reposaba tranquilamente en el mismo lugar que había sido dejado hace cinco minutos. Me acerqué nuevamente a la ventanilla e interrogué:

- Perdón, ¿ese envase va a quedar así nomás?. Mirá que me dijeron una hora cómo máximo…-

- No se preocupe, que enseguida recoge las muestras el laboratorista señor-

Sobrepasado, por el trato dispensado y los contratiempos, me aleje del centro barrial con dos certezas. Una, sin duda, que el centro de análisis se especializaba en exámenes rutinarios de orina y sangre, principalmente para el jubilado.
Que la poca prestancia en la manipulación, podría acarrear problemas a la hora de cuantificar el material.
Dicho y hecho. Los resultados estuvieron el día previsto.
Una vez acercados al profesional fueron severamente cuestionados.

- Pero esto no tiene ninguna morfología ni especificación….Esto es sólo un recuento espermático sin ningún valor…¿ No encontraron ese centro que les recomendé?
( PROCREAR). Nos confiaba el doctor en tono amable.

En una segunda instancia, nos dirigimos a tal centro especializado.
Claro está, antes de recibir sendas puteadas de mi mujer durante todo el trayecto…

Esteban Silva



martes, 23 de octubre de 2012

Boomerangs


Lo que se dice hastiado, hastiado no estoy. Es más una sensación sombría de no poder construir aquello que imagino. Dada la imposibilidad que en la actualidad me embarga, sería propósito un cambio de paradigma. En vano espero por un golpe de timón. Un viento favorable en que finalmente despegue. De este piso metálico, al que estoy firmemente soldado. El sólo hecho de pensar escribiendo, es una excusa a la acción.
Por eso viajo, para ensayar. No es que me interese salir de la rutina. Me interesa ver un contexto distinto a mis circunstancias. Y tener alternativas. El cine, los libros, las canciones van por ese camino. Son ventanas. A lo que nos rodea, al universo paralelo que re creamos al percibirlas. Toda una vida persiguiendo al ser, para poder no ser.
Eso mismo, a lo que estamos acostumbrados.
Para que el ciclo se complete con éxito, debemos ser boomerangs.
Que una vez lanzado, describe una órbita elíptica . Recorriendo una gran distancia cercano a la tierra hasta ganar altura. Una vez en la cima, observa por instante sus obras, para emprender su regreso al punto de partida. Claro, un mínimo desvío en la trayectoria inicial puede alterar el objetivo previsto. Precipitarse anticipadamente contra el suelo. No ganar altura. O simplemente perder el camino de regreso.
En eso estamos los atribulados. Recalculando trayectorias.

Esteban Silva

lunes, 15 de octubre de 2012

Un incidente con la línea 39.

Después del fin de semana largo con amigos en la costa, me dispuse finalmente a enfrentar la cotidianeidad de la ciudad , una vez más. Promediando el día, arranqué desde la ciudad de Pinamar, para poder estar al cierre de nuestro negocio en horas de la tarde. La vuelta no reparó grandes sorpresas, todo estaba en sus andariveles. Hicimos caja, y nos despachamos hacia nuestro hogar en la compañía de mi nuera y nieto.
Una vez acomodados, celebramos la vuelta con unas pizzas y bebidas.
Tal como estaba acordado, acompañaríamos esta vez a los chicos sólo hasta la parada de colectivos. Después de una jornada intensa, que incluía varias horas de ruta, al ánimo había decaído como para incluir un traslado domiciliario a contramano en horas de la noche. A pesar del frío sorpresivo con que nos tomó la noche, yo resolví sortear las escasas tres cuadras que nos separan de la avenida Patricios en ojotas.
Me había bañado y vestido a la manera usual después de una reconfortante ducha.
Unos cortos, una remera, y acaso un abrigo por la incipiente y descomedida brisa.
La comitiva estaba compuesta por mi mujer, mi yerno y nuera, mi pequeño nieto de 10 meses y por último mi perro mascota que aprovechaba salir a hacer sus necesidades.
Era la hora 00:00 AM. A esa hora, los colectivos urbanos en la ciudad de Buenos Aires comienzan a espaciar sus recorridos. Por eso, decidimos apresurar el paso.
La avenida Patricios, ofrece la alternativa de varias líneas con destino a Chacarita.
En dirección transversal, circulábamos por una calle que desembocaba en la avenida.
Pasé de brazos a mi nieto que se enfundaba en un abrigo circunstancial.
Me adelanté al grupo para otear en línea recta el acometido del algún medio de transporte. No fue necesario, a escasos metros disminuía su velocidad un interno de la línea 39 en dirección a nosotros. Le hago señas para que pare.
El grupo demoraba su presencia, a escasos diez metros de la parada.
En eso, y resolviendo que el tiempo empleado de espera era suficiente, el chofer decide emprender la marcha hasta la señal de rojo del semáforo, recién iluminado.
Toda la familia se encontraba reunida al pie del colectivo. Bebé en brazos…
Detenido a sólo ocho metros por delante de la parada, aún con señal rojo del semáforo. Desde el mismo llano le, hago señas al chofer para que abra la puerta y se digne a llevar a esa familia en el medio de la noche.
Displicente, desde arriba del trono de cuerdas plásticas que tienen por asiento, me hace señas con el dedo índice de que no….
Para qué…
Un correctivo indómito salió de mi pesada pierna derecha con destino de la puerta de ingreso.
Subrepticiamente, dos paneles de vidrio estallaban al unísono mientras que los pasajeros atónitos observaban la escena. En el interior, dos gendarmes de prefectura abandonaban su cómodos lugares para arribar al epicentro del desastre.
En el trayecto, pude ver cómo acomodaban su abrigo y gorra en los asientos vacíos mientras que a la carrera soltaban el prendedor que sujeta al machete.
Temí lo peor. El chofer, se encontraba espantado en unos de los rincones del asiento, previendo una acometida de mi persona.
Los gendarmes, hicieron lo suyo. Instaron al chofer dirigirse a la comisaría más cercana, junto con los pasajeros. A dos cuadras del suceso, interceptaron a una patrulla que merodeaba por el Parque Lezama.
Subieron dos agentes y se interiorizaron del altercado.
Uno de ellos, mandó descender al pasaje, que protestaba aireado por el contratiempo.
Me llamó a uno de los extremos del bondi, y me interrogó al respecto:

- ¿ Qué pasó flaco?- ( Interrogó el policía de forma retórica, ya previendo la respuesta…)

- Nada, que estábamos en la parada y este guacho se hace el boludo y no nos abre la puerta…No por mí, pero estoy con mi nieto cagándose de frío y sabe que de acá a una hora no pasa otro bondi…- (Mi versión simplificada de los hechos, que omite deliberadamente el exabrupto ).

El policía, medita la acción y escucha las dos campanas. Al rato se acerca y me confía:

- Ahora hago que te tomo los datos, después ¡rajá!-

Y nos dirigimos nuevamente hacia la parada de colectivos tan solicitada.
Al doblar en la esquina percibimos que en la misma, se encontraban los pasajeros frustrados del altercado, conjuntamente con los dos rechonchos gendarmes.
Fui instado por el grupo, a desistir de abordar la línea 39.
En contrapartida, nos fuimos a unos de los bordes del Parque Lezama dónde transita el 168 con similar destino.
Y si relato este episodio con ciertos matices de sorna, no es por querer jactarme de la violencia cometida por mi parte. Lejos estoy de querer convalidar estas “ metidas de pata” en las que el carácter me juega una mala pasada.
Pero después de todo, no dejo de reflexionar, que un poco de justicia hubo, en el hecho del policía hacer la vista gorda en esta ocasión…

Esteban Silva




martes, 2 de octubre de 2012

La involución de las especies. Las plantas que perdieron prestigio.



Las plantas, como los objetos en la vida real tienen su tiempo. Lo que para una generación es digno de admiración, puede dejar de serlo para la otra por un sinfín de acontecimientos. Los hay, meramente subjetivos, como lo son la estética ceñida a una moda pasajera. Pero también están las consideraciones prácticas que la época clama.
Quizás algún día las plantas que perdieron vigencia en el paso del último siglo, recuperen nuevamente la prestancia de antaño.
Al amparo de una era signada por el pragmatismo económico, muchas especies resignaron su verde savia por la aparición de nuevas especies que la suplantaron, o por la simple desaparición del medio.
Veamos algunos casos que ejemplifican el anterior enunciado.

El gomero árbol: Este arbusto centenario envalentonado en árbol, fue por décadas una especie predilecta de los fondos en las viviendas, ansiosas de una pródiga sombra.
Enemigo número uno de las baldosas y los contrapisos residenciales, vio decaer su esplendor ya por la década del setenta. De resina lechosa, era común que al caer sus hojas, corroyese de manera definitiva la capa de pintura de los vehículos que anhelaban su amparo. Después de destruir por completo la vereda , las cañerías , y la estructura de las casas, muchos vecinos advirtieron lo dañino de su empresa, resignándolo a su tarea predilecta: el motivo ornamental de sus hojas en las coronas mortuorias de sepelios.

La yuca pinchuda: Esta planta tanto de interiores como de exterior, fue por muchos años la predilecta de personas celosas del cuidado acérrimo de su jardín. Concéntrica de hojas alargadas, irradiaba espinas en un semicírculo entorno a su centro.
Era la encargada de reventar los globos en las fiestas de cumpleaños festejada en un jardín, así como la de pinchar balones, o clavar traicioneramente a cuanto transeúnte se le acercase sin motivo. Algunas familias benevolentes, tenían el reparo de cubrir su ponzoña con unos cuadraditos de telgopor en la punta.
La falta de jardines en la vivienda actual, y lo peligroso de esta planta carnívora ,abortaron de forma definitiva su accionar.

La palmera de dátiles: esta especie exótica fue muy utilizada en el inicio del siglo XX para la forestación ornamental de parques y plazas en todo el territorio argentino.
En la vivienda unifamiliar también tuvo su arraigo. Por lo general, completaba el cuadro de la casa chorizo en el jardín frontal, acaparando la vista de todo transeúnte, debido a la escala que confería al conjunto.
Con el tiempo, muchas de las tipologías que le dieron albergue, cayeron en desgracia.
Su uso se restringió al ámbito institucional hasta mediados de los cuarenta.
Dada su envergadura rectilínea, estaba pensada para acompañar de forma decorativa el esplendor de una fachada votiva recubierta de ornamentos.
El modernismo arquitectónico desprovisto de lo accesorio signó su tiempo.
Hoy en día sobreviven en los parques y plazas porteñas como entonces. En sus copas abigarradas de palmas anidan las cotorras .
La espada de San Jorge, o lengua de suegra: Esta planta inofensiva e indolente, tuvo su apogeo en la década del setenta, en los halls y salas de espera de edificios.
De nulo mantenimiento, era común verla por los rincones junto a un espejo, e incluso junto a los ceniceros de pie disputando palmo a palmo la decoración del lugar.
Siempre agradecida de la oportunidad de convivir en el medio, no exigía más que el amparo de una débil sombra, un pedazo escaso de tierra y humedad. Las salas de recepción de los abogados, dentistas y médicos, eran el hábitat predilecto de esta especie. Un simple cambio de humor en el criterio decorativo de una generación relegó sus posibilidades a casi cero.

El musgo y trébol: Estas especies rastreras, actuaban de forma conjunta en los canteros de edificios así cómo en los patios internos en dónde la luz del sol no afirmaba sus poderosos rayos vitales. Complementos de muchos arreglos botánicos, se instalaban en aquellos lugares donde el viril césped no podía anclar sus raíces. Siempre acompañados de piedras o bordes perfilados de cerámicos, ofrecían una solución práctica al mantenimiento y a la poda. El aprovechamiento total de la superficie en los edificios, y los jardines en seco ( piedras, tacuaras etc ) marcaron su hora.
Hoy en día viven de forma salvaje en torno a las rejillas y los lugares de sombra dónde la mano del hombre no los alcanza.

La oreja de elefante: Esta planta decorativa tuvo su auge en la década del cincuenta. De grandes hojas, rápidamente configuraba un rincón del jardín con su voluminoso despliegue. Dado su porte necesitaba un amplio espacio para su supervivencia. El enemigo principal de esta especie, era la pelota de goma o cuero desgobernada que atingía sus hojas. Frágil e inerte, era incapaz de esquivar los tiros certeros que quebraban sus tallos. Sus amplias superficies verdes eran un llamado a la vandalización.
Con el paso del tiempo, algunas de ellas firmaron un acta compromiso, para nunca más comparecer en los hogares dónde había menores de edad…

El malvón: Este pelúcido de flores vistosas, tuvo su clímax en la década del treinta.
Entrado los años setenta, todavía se lo dejaba ver en forma de maceta en las distintas terrazas de las viviendas que sobrevivían por los barrios porteños. El hábitat predilecto era justamente la maceta redonda de cemento de cuatro patas. Este adminículo fetiche, era el depositario de la especie en todas sus formas. Rosas, rojos o blancos ofrecían un particular deleite visual en toda época del año.
Inoloro, espinoso y demandante de un excesivo lugar para su crianza, cayó en el olvido y fue remplazado por flores de mejor desempeño.

La hiedra: Como su nombre lo indica, esta planta se extiende por dónde las superficies porosas de agua, le brindan su nutriente. Amiga de las medianeras y los revoques tuvo su período de influencia mayor, allá por los sesenta. Es prima hermana de la enredadera, pero a diferencia de ésta que prefiere las rejas y portones, la hiedra tiene por objetivo fagocitar por completo a la vivienda. Es menester del poseedor de una de estas plantas, disciplinar de antemano el comportamiento de la misma.
Quizás por ello, o por los problemas ocasionados con los vecinos circundantes, que el ligustre y serpenteante arbusto no tuvo socios adherentes entre los actuales poseedores de viviendas. Además de su ensañamiento particular con las grietas y hendiduras, aporta un valor estimable de humedad perenne en la superficie que se extiende.
Exige además, constante trabajos en altura de poda y mantenimiento.
En definitiva, es como tener un jardín, pero a 90ª grados.

El limonero: Este práctico árbol frutal tuvo sus orígenes en el inicio mismo de la república. Toda vivienda que se precie en la antigüedad, poseía uno de estos manantiales del ácido doméstico. Su flores de azahar perfumaban en época de floración todo el entorno. A pesar de sus características favorables, muchas de estas especies vieron sucumbir su emblema frente a las nuevas construcciones que desplazaban el patio interno, para acomodar más metros de construcción.
La falta de este vital fruto en las familias dio paso a una insospechada carrera de precios en torno a su suministro. Hoy en día su escasez es tal, que los inescrupulosos productores fijan precios exorbitantes frente a la demanda. Con el producto cautivo en sus manos, crean condiciones favorables a su antojo y especulación.

El agente venenoso del “ plátano”: Este árbol, a diferencia del fruto tropical, se encuentra entre los principales agentes sanitarios que menguan la salud poblacional.
Nombrado “ enemigo público”, por la comisión nacional de alergistas, está en estudio constante su total desaparición del medio local. Su fruto polinizador, una esfera de pelusa exponencial, ataca particularmente a los pacientes asmáticos , riníticos y de problemas sensibles en las vías respiratorias.
A su favor se esgrime el argumento de su notable fortaleza ( no caen ramas ni troncos), su rápido crecimiento a su estado adulto y la prodigiosa sombra que ofrece.
Sin embargo, el desprendimiento enunciado en época de polinización, tornan al citado árbol como indeseable. Sobreviviendo tan sólo a la vida remanente que tienen por delante.

La pitera.: Este arbusto de pinches, similar al que emplean los mexicanos en la confección del destilado de tequila, tuvo su origen en el diseño de parques ornamentales a inicios de siglo. De grandes hojas verdes y carnosas llegaban a alcanzar una altura similar a la del hombre. Sus bordes serrados de espinas espantaban a todo ser viviente.
Por lo general eran empleados en boulevards que separaban calles o avenidas, en grandes macetas ornamentales de plazas o lugares abiertos, como los bosques de Palermo. Su difícil dislocación en caso de reformas forestales , y su voluminoso porte desestimaron su uso en las parquizaciones actuales.

Hasta acá un breve compendio de las principales plantas que fueron disminuyendo su impronta en el medio local. Cabrá al lector completar esta menguada lista de ejemplos botánicos, con su propio parecer. Cabe destacar, en tanto, que al abrigo de esta nueva era otra especies allanan caminos con sus particulares atributos.
El bamboo enano, por ejemplo, se ha apoderado de los balcones de Palermo y Colegiales sin que ninguna voz o informe de impacto ambiental se expida al respecto.
El Ficus Ligornia, hace años que viene apoderándose del interior de la vivienda junto al palo de agua o Samambaia.
Pero eso, amigos lectores, serán consideraciones de otra entrega.

Esteban Silva