lunes, 28 de marzo de 2011

Paca




Paca


El reparto de panadería tiene sus bemoles… Y aclaro de panadería, porque al tratar con productos de elaboración artesanal no siempre los resultados son los mismos.
No es lo mismo, la entrega de productos de primera necesidad, o las primeras marcas, que trabajar de proveedor de artículos en los que el comprador tiene todas las herramientas de coerción a su favor..
En principio, la relación empieza idílica. Vale decir el nuevo acuerdo por el cual se provee, de una nueva mercadería, por lo general viene acompañado de promesas de prosperidad por parte del comprador.
De la instancias de máxima de su empresa, siempres tendientes a bajar el número inicial de compra.
Y no es que se pueda caer en el reparto “ en el transcurso de la mañana”…El pan como todos los otros artículos de la panadería exigen horarios muy estrictos. En la calidad de “ sucursaleros”, los que expenden pan de terceros, quieren hacer un aprovechamiento total de sus horas de atención. Por tal motivo, es común que la mayoría de ellos pongan como exigencia el escaso segmento de siete a ocho de la mañana para el acopio.
Hay algunos tardíos de la hora nueve, y otros súper tempraneros de la hora seis, pero por lo general se manejan en esos parámetros de admisibilidad.
Para poder asistir a todos estos clientes en esa mínima franja horaria hay que estar muy sincronizado. En el itinerario preciso que compone la “ hoja de ruta” de los clientes. En el manejo del tránsito al que normalmente estaremos sujetos. A las circunstancias excepcionales como “ las barreras del tren bajas”, o un accidente de tránsito con corte parcial o total, los días de lluvias o cualquier otra demora de importancia.
Es que “ hay clientes y clientes”, los hay de aquellos que generan una relación franca y llevadera atendiendo todos los imprevistos de la relación, los hay también quienes no establecen ningún vínculo a excepción del simple intercambio comercial., y por último una pequeña franja de clientes “ jodidos” en los que hay que emplear toda nuestra diplomacia, tacto y buen trato para tenerlos en nuestra cartera.
“ Paca”, sin duda era uno de ellos…
Paca, era una dupla de sucursaleros marido y mujer que atendían una confitería en la zona de Devoto. Próximo la estación de tren, poseían un estrecho local, muy bien ubicado frente a la plazoleta.
En litigio de herencia con un hermano, lindaba su establecimiento con un bar , típico de esa area noble residencial y comercial. El hombre, un ex operario metalúrgico, que había perdido su empleo y “ profesión “ allá por los ochentas, en las primeras crisis, producto de la importación.
De discurso anti-sistema, era un personaje proto-peronista, que despotricaba todo el tiempo contra la política vernácula e internacional. En el fondo, un profundo resentimiento lo animaba, producto de su sometimiento a la empresa de su esposa, por falta de aptitud e iniciativa de reconversión, o vaya a saber que motivo…
Ella, una maníaco-depresiva bipolar, con voz de Graciela Borges y aires de nobleza o alcurnia. Caracúlica al más no poder, alternaba estados de pura indolencia con otros manifiestamente adversos en los que no pronunciaba bocado. En mis continuas visitas a través de los años en que la atendí, ví romper en varias oportunidades lo que es la premisa básica de cualquier comerciante: La pelea directa con un cliente, a vista de todos. Y no es que esto sucediese como un acto esporádico, dado mi escaso margen de tiempo en que atendía sus requerimientos, incontadas veces fueron las que advertí el enfrentamiento directo con ellos , por motivos nimios como una mala mirada, un tono distinto al solicitar algo, o la constante negativa a cuanto pedido se hiciese, y no se constase con el producto en el momento.
Había que ser muy tolerante para superar estas exigencias tan “ particulares”, de la dueña de casa.
Yo como proveedor las sufría, en los constantes desplantes a la hora de atenderme, en los continuos reclamos por tal o cual mercadería y principalmente en el continuo retraso de parte del monto a la hora de pagar.
Todas las exigencias de su parte no se condecían con la poca adscripción de su lado en cumplir con la única demanda del proveedor, que es su retribución en tiempo y forma.
A tal punto que al cabo de un par de años, había una considerada suma “ pendiente”, lo debidamente anotada, que corría paralela a la cuenta diaria, y que a la postre, era el único sostenimiento de la relación; la esperanza remota de cobro.
En el reparto,se torna inevitable, pero es menester evitar este tipo de situaciones tan comunes, que por lo general se toleran con la esperanza de tener un cliente cautivo, pero que a la larga cuando la situación se torne insostenible, son de difícil cobro o prácticamente nulo.
Paca sin duda cumplía con todos estos requisitos, y muchos más que no vale la pena citar.
Años en el reparto de panadería me tornaban inmune a estos parásitos del trato bilateral, recibiendo a cambio un trato justo, pero distante de mi parte, que al final era lo que probadamente daba más resultado…
Un día como cualquier otro en horas de la mañana, cuando efectuaba la primer entrega que es la más importante, un accidente de tránsito aparente, me demoró unos veinte minutos frente a una calle que cruzaba un paso a nivel en la estación de Devoto.
Una vez liberado el tránsito, pude observar al atravesar las vías el motivo de la demora. Un cuerpo se hallaba tendido junto a los rieles cubierto por el saco plástico habitual de la unidad de traslado de policía federal. Un furgón Ford de color azul, se aprestaba a ingresar a el epicentro del suceso, para retirar los restos inertes.
Por lo menos tendría una excusa real, que me liberaría de toda disculpa o reclamo, de la tan temida “ Paca”.
Al llegar entregué mi mercadería como era habitual explicando los motivos de la demora, a lo que ellos estaban advertidos, dado la proximidad de la estación, y de los movimientos usuales en la frecuencia del mismo, debido a la remoción próxima a cien metros del establecimiento.
Esa barrera particularmente no tenía inconvenientes que remarcar, una explanada amplia y libre de obstáculos brindaba una posición privilegiada para transeúntes y vehículos, dado lo recto de su trazado, lo alejado de la reja lateral. De cuatro carriles, dos para los trenes habituales y dos para los “ rápidos “, una visión limpia y clara se ofrecía ante cada persona que se dignase a atravesarlas. Las barreras funcionaban perfectamente a ambos lados, y la campana se oía fuerte y prístina en esa zona residencial libre de contaminación auditiva.
Por tales circunstancias fue que me arriesgue a hacer el coloquial comentario de:
-¡ La verdad, hay que ser boludo para que te atropelle el tren en esta barrera…!-
A lo que Paca, en un tono apagado contestó:
- A mi mamá la agarró el rápido en esta estación…-
Yo, queriendo minimizar el infortunado comentario:
- Pero eso pasó hace muchos años ¿ no?- ( des-conversando)
- No, hace seis meses..- ( Introspectiva )
En ese momento, yo hubiese querido tener una pala, para hacer un agujero y enterrarme dos metros bajo tierra.
No solo hacía un comentario tan inoportuno, sino que lo hacía con su ser más querido, de circunstancias recientes y tan emparentadas con el accidente de su madre…
Rápidamente, mi cintura de “ proveedor” me dio el giro necesario para una situación tan adversa.
( O por lo menos así lo creí yo..)
- Bueno, entonces las pizzas, el pan rallado y las masas secas, se las traigo al mediodía ¿dale?.
- ( sin respuesta, tan solo unos ojos vidriosos y una garganta anudada)-
Y partí raudamente, a mi siguiente destino habitual.


Esteban Silva

2 comentarios:

  1. Al menos la mujer ésta, se calló un instante.

    Un beso o 2 !

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  2. Sí, a veces las metidas de pata nos permiten estas delicias que en un contexto normal nunca nos permitiríamos...

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