martes, 20 de noviembre de 2012

Alambiques


A diferencia de lo que muchos aseveran, no creo que el principal motivo que anima a los escritores sea el hábito de la lectura. En detrimento de tales enunciados, debo argumentar, que la principal causa que moviliza al acto de escribir, es el hecho de plasmar el inmenso caudal de pensamientos que asalta a nuestra conciencia.
Ese diálogo constante con uno mismo. Ese recorrer permanente de los conceptos desdoblados de la vida utilitaria. Y si, no hay de que asustarse. El escritor tiene una doble vida constante.
Una, minimizada. Atendiendo las cuestiones mundanas, el quehacer doméstico, las relaciones inter-personales. Otra en tanto, la más importante, se desarrolla en su psiquis atormentada .
La conceptualización. La creación de personajes y de historias. El juego didáctico con las palabras y los enamoramientos temporarios. El desarrollo argumental y el cierre pertinente.
Y otras consideraciones de orden técnico, que no vienen al caso…
La lectura empero, sirve de base al canon habitual en dónde se desenvuelven sus historias.
De un hábito eficaz y constante, se llega a una gimnasia de aprendizaje que estimula al acto creativo por emulación. Pero tal semilla, instalada subrepticiamente en el interior del escritor, no se traslada de forma automática a las páginas.
Antes, ocurre el hecho creativo por excelencia. La compactación del material circundante y el proceso de destilación que abreva en dicho proceso.
Eso somos. Alambiques en estado de ebullición. No importa la materia prima a ser utilizada.
Importa el proceso y el producto terminado.
Que a veces, sabe amargo. Seco. Áspero. Cómo la vida misma.

Esteba Silva

martes, 6 de noviembre de 2012

Que significa ser humilde


Está sobrevaluada la humildad. Revisemos este concepto. Caracterizada como “ aquella persona que que tiene la capacidad de restar importancia a los propios logros y virtudes”, hoy en día se nos ocurre extraña. Y no es, que no deba ser así. Pero el tiempo actual, carente en dechados en virtudes, se nos plantea como campo propicio para las manifestaciones del individuo.
La humildad vivió al rescoldo de una era. De la era cristiana, para ser específicos.
Pero hoy en día, como todo el mundo bien sabe, el pensamiento universal sobrevive por encima de estas anacrónicas letanías.
La humildad está relacionada al pobre. Por la segunda caracterización de la que consta el vocablo. Pero hay humildad en todos los estratos, independiente de la condición.
A mi me gustaría considerar que humildad, no es quien resta importancia a sus logros, sino quien no se vale de ellos para proseguir su empresa u obtener un rédito extra.
Aquella condición intrínseca, del que se siente en igualdad de condiciones y oportunidades frente a las manifestaciones culturales de la sociedad.
Que nos impide, confiar en nuestros valores, a instancias de ser tildados de vanidosos.
La confianza en uno mismo, al cabo, se proyecta exponencialmente en nuestro derrotero. No descubriremos la pólvora con ello, pero todo el mundo sabe, que somos aquello que queremos ser.
Entonces, si esto es así, y nuestra condición se ciñe al modelo de normas y conductas de la sociedad actual, podremos seguir adelante impunes a las consideraciones ajenas.
Que después de todo, no hacen solo sino coartar nuestro más dedicado aliento espontáneo, la motivación…

Esteban Silva

jueves, 1 de noviembre de 2012

La mano que guía al hombre



En una oportunidad, tuve la dicha de guiar a un no vidente, en uno de los paseos que ofrece el Ministerio de educación. Y digo la dicha, porque es muy gratificante la sensación de poder transmitir algo de mi experiencia, a una persona tan deseosa de conocimiento. A pesar de lo favorable de la empresa, debo confesar que no me inspiró a continuar con acciones tan encomiables . Confesión de parte, paso a relatar algunos pormenores del caso.
En principio, me sorprendió gratamente la soltura con que se desenvolvía en el grupo.
Al cuidado circunstancial de docentes y compañeros, apoyaba su brazo a instancias de acompañamiento. Nada había de protocolar en su andar. Dispuesto a tropezar en el transcurso de la salida, seguía el ritmo normal impuesto por el grupo.
En los lugares destinados a esparcimiento, dónde el grupo se distiende y hace mano de algún refrigerio, el hizo lo propio. Comió un alfajor que dan las escuelas, para estas paradas previstas. Recuerdo preguntar a su lado, acerca de la brisa ocasional en las fuentes de Plaza de Mayo. Una vez en el monumento de caídos en Malvinas de Retiro, guié sus manos por los surcos de las lapidas que ilustran los nombres del cenotafio.
Con ambas manos exploró la superficie del mármol, interrumpida por cientos de personas que perecieron en ese conflicto.
Parados, frente a los dos guardias Patricios que flanquean el monumento, le describí detalladamente el atuendo de los mismos. Las bandas cruzadas color rojo sobre el traje azul. Las charreteras blancas de cuero en la cintura. El pantalón blanco que se pierde entre las botas negras de cuero con espuelas de bronce. Los guantes de paño blanco de ceremonial. El sombrero de copa alta con la pluma característica.
Al frente, las manos firmes asegurando el fusil en posición de descanso.
Tomé sus dedos, y los posé en el filo mocho de la bayoneta. Hice lo propio con los botones del saco cruzado. El chico tomó confianza y siguió la exploración personal, que acaso le devolviese una visión más aproximada de su mundo de supuestos.
Pasó sus manos por la visera del sombrero, tocó las manos de los guantes. Sintió la fría sensación del cañón y la aspereza de los correajes.
Y por fin expresó:

- ¡Es de verdad!-

Esteban Silva