martes, 29 de marzo de 2011

Los inventores del sashimi/sushi


Los inventores del sashimi/sushi

En un congreso al que asistí por casualidad denominado “ Itinerarios Japón-Europa”, viajes ,literatura y gastronomía se suscito el siguiente debate.
Una pequeña, pero acalorada comitiva de Nórdicos, descendientes estos de los famosos “ Vickingos”, aunados en una representación de hotelería temática, increpaban duramente a los nipones sobre la autoría/ legitimidad/ derechos de la comida tan ampliamente difundida del Sushi/sahimi.
El centro de la exposición de los “barbados”, vestidos a usanza para la ocasión, se centraba particularmente en las sagas de ocupación del monasterio de Lindisfarne, en la Inglaterra de la Edad Media.
Estos sucesos que si bien tienen una fecha rastreable, aportados por la abadía del condado Inverness del año 783dc , tendrían un origen aún más remoto dado la consecuente exploración que los escandinavos vendrían haciendo en sus exploraciones septentrionales por el Mar del Norte.
En uno de esos raides, en busca de comida y territorio, una pequeña comitiva de seis drakkars al mando de: Bjarni Herjófsson se extravió de la ruta marítima que une Noruega con las islas Shetland y Orcadas.
Cuenta la leyenda, que en ese contratiempo de navegación fue que el nutrido grupo de bárbaros quedó sin víveres, dado el imprevisto tiempo de dislocación al que estaban acostumbrados.
En esa oportunidad se hicieron de unas redes y arpones que tenían para la ocasión, pescando una colorida variedad de salmones, atunes y bacalao. Dado la precariedad de la situación, aún en circunstancias de traslado por las gélidas aguas del Mar Báltico se vieron en la necesidad extrema de consumir el preciado alimento en su condición natural, vale decir crudo.
Al ver lo insípido del elemento marino,un ayudante del capitán: Leif Eriksson, a la postre Cheff de cocina, sugirió al almirantazgo la sazón de los pescados con “ salsa de soja”, elemento del que sí disponían en cantidades abundantes, a la espera de cocción.
Los inventores del “ Aguamiel” poseían una rica y variada cocina mediterránea, que era la envidia de los pueblos “cultos” de sur de Europa.
Y no solo se detuvo ahí, a pesar de la tosquedad de los rozos de pescado, resultado del arbitrio del hacha de mano de Leif, una esmerada presentación en cuencos de cuero tensado, junto a unas algas marinas recogidas en los peñascos de piedra bruta que sobresalían en el trayecto, hizo de la velada, una frugal cena, a tal punto de quedar registrado en una saga.
Los Nipones, a esta altura exaltados, contestaban airosamente el argumento de los hombres del “ Norte”, de ninguna manera aceptaban que esta historia fruto de la casualidad y la desesperación, le robase su mejor invento de la historia después del acero y las historietas de “ manga”.
Además- proseguían- “que de ninguna manera unos trozos mal acomodados de pescado, sin ton ni son,aunque tuvieren salsa de soja, constituían un sahimi, como Dios manda..”
A esta altura, algunos de los panelistas de otras regiones no involucradas percibían el ardid de los “ Nórdicos”,
más interesados en generar una polémica de “ marketing”, que les sirviese de catapulta de lanzamiento para su logrado parque temático “ vickingo” a punto de promocionar.
Los japoneses, también vestidos a usanza con Kimonos y katanas amarrados a la altura de la cintura, observaban atónitos el parlamento discursivo , del cual no habían sido notificados.
En su grilla de exposición, hablarían de poesía “ haiku “, harían una donación de cien almácigos de sakura para la ciudad de Dresden , y exhibirían como parte del acerbo hístórico de su país, una colección de katanas del período “ Edo”.
En vano uno de los expositores ( Yoshimura ) intentaba intervenir en el monólogo teatral de los barbados que no solo habían acaparado la atención de la concurrida multitud, sino que con su estudiado “ Inglés antiguo” cosechaban sonrisas de la multitud presente.
El japonés quería intervenir haciendo mención a los “ orígenes” verdaderos del preparado, que tenía incluso una data cierta lo debidamente registrada en un museo de Osaka con profusión de dibujos y detalles.
Esta historia ( saga ) basada en la oralidad de unos pueblos bárbaros entregados al influjo de la bebida no tenía ningún asidero. Además pensaba, que si algo caracteriza al sashimi es el uso del “ Wasabi”, producto inexistente en la otrora región del Norte.
Los pesados hombres, ahora de pie, ataviados con pesadas pieles de oso, con cascos de madera con borlas de bronce y dos cuernos de res a ambos lados, sacudían ampulosamente sus brazos en representación de su discurso de “ propiedad intelectual “, y “ derechos de autor” de la atribulada comida.
Dos de los japoneses ( Matsumoto y Ueda ) que observaban atentos, pero crispados la situación, se encontraron en una mirada fulgurante:
- ¡ Iosh!!!!- ( vamos, hagámoslo)
Acto seguido partieron al unísono de la mesa asignada empuñando entre sus manos dos sendas katanas de la exhibición. - ¡ Urushiiiiiii!- ¡Mentirosos! . Era el grito de los nipones que se escuchó en el breve trayecto que los separaba de los Noruegos. Uno de ellos intentó blandir una de las espadas que tenían en el atuendo.
De nada sirvió.
Las afiladas espadas samurái rebanaron hasta la mitad, en cada uno de los embates, a los sorprendidos escandinavos. Sus cuerpos gordos y flácidos eran presa fácil de la furia nipona, que acertaba pesados golpes de hoja filosa sobre la caracterización “ a la moda”.
En un instante un reguero de miembros mutilados quedaron esparcidos en el salón, sangre por doquier corría por el mármol pulido del lugar.
Yoshimura , que observó la acción de sus congéneres, se sumó a ellos en un aletargado paso de reunión.
Los tres asintieron con el saludo “ tradicional “ Nipón de reverencia, unos a otros.
Inmediatamente, Matsumoto san,8vo “ Dan” de la escuela “Shindo Muso Ryu” de Tokyo, limpió la hoja ensangrentada de su katana, a la espera de la orden de sus discípulos.
Uno a uno, Yoshimura y Ueda, se arrodillaron frente al samurái para recibir el corte que pondría fin a sus vidas.
En un certero golpe decapitó al primero. En la misma maniobra, el katana dio un giro sobre el mismo eje profiriendo el segundo golpe mortal.
Se arrodillo como era usual para el ritual, con ambas cabezas de sus amigos a su lado, envaino el katana, y sacó el Tanto de su tzubón para cometer el “ Seppuku”.
Abrió el kimono azul con ibis bordados en oro, y dejó al descubierto parte de su abdomen.
Tomó la espada corta con ambas manos al frente, pero con la hoja mirando a su propio cuerpo.
Internó el frío acero en la profundidad de su vientre. Deslizó el filo horizontalmente dejando al descubierto una masa de intestinos que se abría paso a medida del corte.
Cuando hubo llegado a un extremo, aún con vida, el samurái levantó la hoja sumergida en su interior interesando con el filo al corazón, y poniendo fin al episodio.
Es el día de hoy, que el origen del sushi/sashimi permanece incuestionable.

Esteban Silva

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