miércoles, 30 de marzo de 2011

Navidad del 2006 Cuento


Navidad del 2006

No es que no recuerde las navidades en mi primer adultez, el hecho es que el sucesivo cambio de residencia y relaciones fallidas en mi vida, descaracterizaron los carriles normales por donde acontecían. Ya con mis dos hermanas casadas, y una pareja estable, el panorama social era otro. El hecho de que mi padre, sobrellevase una quimioterapia en curso, hacía por demás inobjetable el hecho de reunirnos todos en la casa paterna. Con lazos bien constituídos en todas las familias participantes, se dio naturalmente el hecho de reunirnos mancomunadamente en una sola residencia con el objetivo de no dividirnos, fundamentalmente del cariño de mi padre. Aún sin preveer su desenlace, un continuo recorrido de tratamientos, que incluyeron un autotrasplante de médula, nos auguraban un tortuoso camino por delante. Atendiendo estas premisas, es que se cristalizaba el ánimo de la fiesta. Por otro lado se había tornado tradición, después del fallecimiento de nuestros abuelos paternos, convocarnos a casa de nuestros padres como lógica continuación del legado familiar. Además de nuestro grupo, que incluía a nuestras parejas, se agregaban amigos de mis padres, suegros, con personas a cargo o conexas, sobrinos, y todo tipo de parentescos posibles de participar en la reunión. Cada parte de los integrantes , se encargaba de una tarea asignada con el fin de proveer a la cena. Hubo encargados de lechón, de bebidas, de platos de entrada, de frutas secas turrones y Pan dulce etc. Aquellos desentendidos de toda tarea comunitaria, simplemente contribuían con un óbolo , al sostenimiento por demás recargado del dueño de casa. Ese era el caso de mi tío Cacho, que enviudado recientemente, compartía las fiestas de fin de año con su hermana, repartidamente de sus dos hijas mujeres. Para entonces, yo convivía en pareja en la casa de mis padres. Mi tarea al momento era el preparado y acondicionamiento del lechón , y una mesa de fiambres decorada. Experiencia adquirida tras largas temporadas de pastelero, sandwichero y saladitero, en diversas panaderías familiares. A pesar del trabajo, me era grato de participar en estas tareas encomendadas especialmente hacia mi persona, sabida cuenta de la expectativa que tenían los solicitantes, advertidos de mi inclinación por las delicatesen , especialmente las de origen importado. Fuentes ovaladas de lechón trozado tibio, decoradas con fina lechuga juliana en sus bordes. Fuentes de Jamón serrano español, con fiambres locales diversos, la ensalada rusa clásica, decorada prolijamente a espátula de repostero con mitades de huevo y aceitunas. Cebollines, pepinillos, palmitos, aderezos y todo lo que se tuviese a disposición participaba del centro de mesa. Hubo cenas temáticas donde , la entrada estuvo compuesta por humus, tabule, kebab, al mejor estilo árabe. Las navidades comenzaban tempranamente para mí, mi mujer , y mi madre. A eso de las seis de la tarde comenzábamos con los preparativos de la cena. No nos quejábamos, a pesar de cargar con la mayoría de las obligaciones, asumíamos con entereza la condición de anfitriones, preparándonos lo debidamente para sortear el evento. Y no es que me rascase las bolas durante la mañana, no, había hecho mi labor habitual de madrugada hasta las primeras horas de la tarde. Muy distinto, a lo que por lo general, a esas alturas del año deambulan tranquilamente por sus hogares teniendo como único objetivo pasar las fiestas. Si bien la culinaria, y en especial las fiestas navideñas eran tradición en mi familia, en lo particular cargaba con otra tradición no menos poderosa. La de la Pirotecnia. Desde mi primera edad fui alentado en las lides de los fuegos de artificio, teniendo como mentor a mi temprana edad a mi tío Cacho, que no se contentába solo con los primeros escarceos de las doce en punto, saliendo improvisadamente después de medianoche en procura de los explosivos, a un bazar de la zona de Devoto, devenido temporalmente en arsenal. Una vez terminados los preparativos y aún después de tomar un baño y vestirme, me daba una vueltita por lo de Marcelo el quiosquero, para obtener los tan preciados artilugios. Una veintena de poderosos petardos del tamaño de un cartucho de dinamita, junto con algunos fuegos decorativos integraban, mi pequeño pero efectivo poder pirotécnico. Acá debo hacer un aparte, y adjetivar lo que eran los fuegos para mí, y para lo que creo, es una gran parte de la población que participa tanto activa como pasivamente de los festejos. La ocasión se brinda, se hace propicia, para que mediado de estos dispositivos, se altere el orden reinante por unos minutos. Es un acto de catarsis, de fé, dónde se espantan los malos espíritus,y se invoca un buen año. Es como gritarle en las propias barbas del hacedor, que estamos vivos, que celebramos la vida y apostamos con optimismo por un nuevo ciclo en nuestra cotidianeidad llena de sufrimientos y arbitrariedades . O por lo menos yo lo creo así. Porque despúes de las primeras detonaciones, una según me apuntan, cerca de la ventana al comedor familiar, la cuestión fue muy distinta. Un desprevenido Tío Cacho próximo a la ventana, aseguraba haber perdido el tímpano. Mi cuñado Diego, marido de mi hermana, me increpaba efusivamente por lo acaecido, a lo que yo contestaba: Para la moto, quien carajo te pensas que sos vos, para darme órdenes en mi propia casa? A lo que él argumentó cuestiones de orden postraumático, debido al secuestro de unos de sus padres en el proceso militar, en condiciones auditivas similares a las que ocurrieron en los festejos recientes ( Sic ¿….?). Lo que siguió, un sinfín de improperios cruzados, de los que participo mi tío Cacho, y a los que no le hubiese convenido participar, dado el cúmulo de adjetivaciones negativas acumuladas ,respecto de su persona al momento del hecho. Ahora, yo pregunto, que carajos pretendían, que prendiese estrellitas?. Toda una vida forjada a base de entrenamiento pirotécnico, al divino botón?. Este caso no duraba en una corte ni unos minutos…
Es el día de hoy, que injustamente mi tío Cacho afirma haber perdido el malogrado oído en la ocasión…

Esteban Silva

2 comentarios:

  1. Pobre tío Cacho! ;)
    Yo detesto las navidades!

    Un beso o 2 *

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  2. Pobre Tío Cacho no!, pobre yo, que me cortaron una tradición de años!!!
    Me cortaron las piernas...
    Somos Dos!!

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