domingo, 27 de marzo de 2011

La Mesa de luz


La Mesa de luz

La mesa de luz , acaba de cumplir veinte años.
Es de algarrobo, como mi tozudez.
Tiene dos cajones y un vaho en el medio
para los libros que nunca he de leer…
Al abrirla, un aroma a madera encerrada despierta en su interior
como un genio de una lámpara
pero sin deseos, tan solo, promesas incumplidas.
Es un –no- lugar.
Un atolladero de objetos
que no encontraron su razón de ser en la cotidianeidad.
Una agenda que intentó vivir
y murió en las líneas iniciales de una carátula.
Montones de blisters de medicamentos
que abortaron tratamientos antes de tiempo.
Un moño que en algún momento fue importante
y hoy ya no recuerdo.
Un reloj de pulsera con el vidrio roto
marcando las horas de un tiempo que no fue.
Unos papeles del consulado Brasileño
a espera de resolución.
La humanidad de la mujer que reposa a mi lado
presionando con su silencio a que sean resueltos…
Manuales de cámaras de fotos y objetivos
que el concurso de un amor, quemó para subsistir.
Una tarjeta postal comprada en librería
con palabras sentidas.
El poema que escribiste la primera vez
y dudaste en entregarme…
Los boletos de ingreso a un recital
cuando aún no declarábamos nuestro amor a los demás.
Un termómetro para medir la temperatura
del cuerpo y de la pasión que nos anima.
Una lámpara de repuesto en cajita
que vio sucumbir su artefacto en un arrebato.
Un marquito de fotos que encontré
a la espera de una imagen memorable que lo albergue.
Una medalla escolar que recuerda
mi paso por el purgatorio.
Los consejos atendidos en pro de una vocación
que traicioné para alentar las esperanzas de otros.
Las biromes que secaron su tinta
a la espera de escritos que las sublimasen.
Un lingote de plata 900 con la frase:
“Debemos emplear la razón, antes que la fuerza” Bolivar.
Un gancho de hamaca
que de solo verlo me transporta a la brisa del mar.
Infinidad de tarjetas de estudios de tatuadores pensadas para usarse como señalador
y lo único que señalan es que ya estoy viejo para continuar con tatuajes.
Unos tapones de oído, de algún vuelo de avión
que jamás volverán a silenciarme.
Un cd de datos que no pudo ser instalado
como la certeza de que nunca te traicionaría…
Adhesivos que no vieron nunca
la superficie de un objeto donde aferrarse.
Como no me aferro a las promesas de las palabras
que se dicen con un propósito
y se afirman en los huecos de la memoria
quebrándose tan fácil como el
cristal..


Esteban Silva

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