Cuentos de Bolivia




Un personaje rebelado-r
( Epílogo de “Blanca Fuente de Coca)


Acababa de escribir mi novela titulada “ Blanca Fuentes de Coca”. La ocasión, una cena familiar con el objetivo de celebrar el tan ansiado final. De paso un cumpleaños, que rondaba la fecha se sumó a tal empresa.
Era una cena íntima, sin proponerlo, la reunión propiciaba el acercamiento de tres primas carnales perdidas en los vaivenes de tres vidas distintas. Completábamos el cuadro costumbrista, Ricardo ( marido de una de éstas) y yo.
Las tres, ( Mabel, Belka y Blanca) , eran oriundas de Bolivia. Arribaron a la capital porteña promediando los 80´. Cada una a su manera, habían alcanzado sus objetivos de manera muy disímiles.
El desarraigo, ciertos cismas familiares, ( que no las tuvieron como protagonistas ) las habían alejado de un trato cotidiano. A pesar de ello, tenían conocimiento una de otra .Vivían en un radio de pocas cuadras, pero la distancia era más espiritual que física para entonces.
Blanca, protagonista principal de la novela, había pasado dos largas temporadas, “ Tras las sombras”, dificultando en parte , el normal discurrir de la relación familiar.
Ahora, las circunstancias eran otras. Su paso por la institución penitencial era tan solo “un recuerdo” ,para ella. Al cual yo había sacado jugosos réditos para la “ inspiración” de mis páginas.
Levemente alterada, la novela versaba de la vida de Blanca, de sus dificultades iniciales como madre soltera. Su emancipación conyugal, los inicios en la selva Boliviana como productora de hoja de coca, el posterior narcotráfico, su desembarco en la Argentina y sus dos experiencias carcelarias.
Un lapso de casi cuarenta años, reunidos sin ambages en un relato crudo y sin concesiones, obtenido principalmente de largas charlas con la protagonista.
Como en toda novela , y a pesar de la verosimilitud de la narrativa con la realidad, había innumerables licencias poéticas. De cualquier forma era una ficción, que preservaba a la persona de el escarnio moral que presupone haber participado de ilícitos. El sojuzgamiento moral por parte de quienes leen la historia, el alcance probable del escrito a las personas que la rodean, que en alguno de los casos, no tenían un profundo conocimiento de las causas del conflicto personal.
Mayormente, estas licencias operaban a nivel de la narrativa zurciendo los baches de continuidad en la historia. Aportándo cohesión y continuidad. También abundaban los adjetivos superlativos que magnificaban la acción, y otros aportes sustanciales de carácter estructural y poético..
Blanca había sido convenientemente advertida de ello.
“ Su” historia cedía vida al personaje creado por el autor, que evidentemente tenía punto de contactos con su persona. Pero no era el todo, el personaje sería de ricos matices, con los defectos aciertos y contradicciones que suelen ocurrir en la vida diaria.
Se lo había advertido.
Que no leyese a su tiempo la historia literalmente. Que la opinión surgida en la narrativa no se correspondía con la opinión del individuo. Que no buscase puntos de conexión anclados en su relato. Que suprimiría todos aquellos elementos que no aportasen a la historia. Que la cronología podía ser alterada en función del discurso y la comprensión de los hechos. Que no aceptaba sugerencias ni concesiones a la escritura.
Se lo dije, de una y mil formas.
Por eso la cena discurría por los canales normales. Anécdotas familiares del entorno de mi mujer se entrecruzaban con el relato en perspectiva desde el otro punto de vista y viceversa.
Los primeros platos típicos, se degustaban frugalmente al amparo de las risas reparadoras.
Un pollo al spiedo, papas a la huancaína, y ensalada era el menú. Vinos malbec y gaseosas ( para mí), suplían de combustible a la tertulia animada.
Para cuando estos habían terminado, unas botellas de “Ballantines”, arribarían en pequeñas dosis a la escena.
Belka, la prima del medio, se ofreció para leer algunos pasajes de la novela, con la protagonista presente en la reunión que a esta altura , prestaba suma atención al relato.
Lo que siguió fue una parodia interpretativa de las líneas tan estudiadamente colocadas, con amplia cuota de humor y transgresión.
Blanca festejaba las intervenciones humorísticas de su prima ( Mayormentes sexuales-por el paso por la cárcel de su persona ). En ocasiones, Belka suspendía la alocución amenazándo con romper la novela en mil pedazos, si no se dejaba proseguir su interpretación peculiar.
Así pasaron varias páginas del relato, plagado de nuevos personajes y ocurrencias de la locutora.
Blanca –emocionada- se había quebrado con el relato. Ella ya lo había leído previamente, y sabía de el final tan poco prometedor que su personaje sufría en la novela.
En un surto etílico, esos que se dan al promediar una borrachera proclamó:
“ ¡Cuñadito , no me mates!”.
¿…?. Carajo!!!, el personaje le estaba hablando al autor…
No era yo (el individuo ), el receptor de esa suplica. Era el propio personaje intentando cambiar el rumbo de una historia plasmada en las letras de una novela.
Eso para mí ( el autor ) era inaudito. Nunca se me había rebelado un personaje. Ni siquiera cuando escribí esa novela de piratas en la que les privé del botín a toda una tripulación.
Tampoco los personajes vilipendiados por mi pluma alzaron la voz
Ni los ridiculizados, ni los atacados en sus más férreos conceptos y convicciones.
Ni la iglesia, cuando a través de un ensayo, me ensañé contra sus más queridas creencias.
¿Qué parte de la puta advertencia no había entendido?
En su vaho pensar, había conseguido dilucidar “magistralmente”, la parábola de moral, secretamente volcada en la opinión entre-líneas del autor.
Había advertido claro, su triste destino de continuar en las lides de su profesión. De cómo la vida reclama a su tiempo por los actos cometidos, en ausencia o circunstancias…
Por eso, su pedido, era más un acto de conscripción auto-inflingida que un reclamo.
Un mandato a sí misma, queriendo cambiar la profecía de unas palabras…
No se lo permitiría. Ni bajo tortura lo haría.
Distraídamente hice un comentario imprevisto ( como los giros imprevistos de un relato ), que rápidamente encarriló la conversación en los cauces naturales, de dónde nunca habría de haber salido.
Fin del primer “Ballantines”, inicio del segundo ,en concurso de tres voluntades afines.
Ronda de chistes verdes, de nacionalidades, temáticos, de coyas, de cambas ( Santa Cruceños), adivinanzas y parecidos.
De nuevo al ámbito familiar el tono de las anécdotas, el tono era otro.
Paso de facturas de los tiempos pasados, recelos contados con sinceridad, revelaciones mutuas que dejaron a más de una boquiabierto. Risas nuevamente, y el llanto introspectivo de Blanca.
Sus emociones hacían catarsis continuamente, hasta incurrir en el desenlace propio de estas situaciones.
El abrazo desmesurado típico del pedo triste.
Aseveraciones por doquier. Gestos magnificados. Amor proclamado.
En fin.
A su segundo reclamo al autor Blanca profirió: ¡ Matáme nomás carajo, no valgo la pena vivir!
Una intervención, absurda , patética y bizarra de las que hice oídos sordos.
Los despedí con un montón de abrazos en la planta baja, con la promesa de asistir al cumpleaños de uno de los hijos de Belka.
Para sus adentros, ( el autor) masculló bronca y se prometió nunca más asistir a una velada de lectura, en la confrontación directa con uno de sus personajes.
Tan fielmente retratados en las páginas que le dieron vida.
Queriendo sortear el destino previsto de una ficción ….

Esteban Silva


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