martes, 31 de mayo de 2011

Soliloquio de estación





Los días domingo, la espera se viste de fiesta y pasea por los socavones de la estación de trenes.
Espero, bajo el remanso articulado de los techos de plexiglás, sujetos a las ménsulas rígidas que los sustentan.
El silencio irrumpe en la magnitud de la tarde. Despierta en ocasiones por algún anuncio que emerge de las chicharras de los andenes.
Si no fuera que para su mayor distinción las líneas emplean distintos colores, todo sería gris. Como el humor de las personas que transitan a intervalos por los rectilíneos corredores. Como el cielo que embarga la tarde de otoño en la región. Como la piel metalizada de los vagones que arriban desganados, pero a horario.
Lecturas de ocasión se aferran a las manos prensiles y rebotan en la mirada. Más atenta a la llegada de la conducción que nos arranque de la pausa estéril, que nos impone el destino.
Un aire frío recorre las vías mientras arrastra a su paso el rancio olor de los metales que transpiran junto a los durmientes. Es imperceptible. Pero la focalización producto de la espera me lo permite.
También podría acertar una y cada una de las particularidades de las personas que están aquí presentes.
Las he estado observando. Infiero en su psicología. Imagino el porqué de su soledad a la hora de su traslado.
El hecho distintivo de estar solas en un día domingo, a contramano de sus vidas. Los objetos que portan delatan sus cometidos. Por lo general, presentes de protocolo en visitas a parientes o amigos.
A pesar del fracaso emocional que sobrellevan, se los ve íntegros. Magnánimos. Locuaces en intervención de un interlocutor .Desprendidos a la hora de compartir. Buenos amigos.
No son tan distintos a mí , diría.

Esteban Silva

Diatriba

Diatriba



Una frase no cabe en un renglón
Una historia no cabe en una página
Una vida no cabe en un libro
El deseo no cabe en la proyección
La ilusión no cabe en lo realizado
Lo realizado no cabe en la utopía

Todo contenedor, es fracción de sí mismo
y múltiplo de una ecuación sin incógnitas.

Esteban Silva

sábado, 28 de mayo de 2011

Riachuelo

Riachuelo

De las aguas prístinas que tu cauce evoca
la pestilente memoria del maltrato hace
Regueros de barcos fantasmas pululan
a horcajadas por el meandro de tus márgenes
Prismas de metal serpentean tus orillas
sacudiendo su carga de fastidio
al oír el traqueteo de su marcha
Yo me pregunto
repite el eco los embates
La tarea febril que aglutina
los colores individuo de los cascos
la añoranza cruel que sabe a mares

Desde la boca de tu aliento
dos colosos se yerguen
dialogando uno a otro
el destino que transcurre a su ciernes
espera en el redil de las promesas
creadas para alimentar alimañas
que florecen de los labios del augur

Si por mí fuese
bañaría mi piel en tus encantos
bebería de tu manantial de orfebre
guardaría el hechizo de tu aroma
que se extiende vívido en el aire

Hoy me toca ser tu voz
amigo, ciénaga, aquelarre
empuño la bandera y digo
no he de vivir
sin nombrarte

Esteban Silva


Al partir



Al partir

Desgarrado el grito yace
en un nudo de espinas
Prendido en los terraplenes
que a su paso
arrastra la efímera dicha
Dos vástagos de acero
se pliegan y adormecen
Abren sus brazos y enlazan
a su próxima víctima
arrancándola de súbito, de su espasmo
Absorto, emotivo, impar
reclamando por un instante más
dónde no lo hay
Traza abstracta que proyecta
tornando válido lo venidero
Destruyendo el pasado con su mirada
de rayo láser

- cicatrices que el mundo deja -

Nuevo perfil asoma
por el anonimato de un vidrio
Fugaz captura de lo cotidiano
se interna rauda y desaparece
Cómo un rayo de sol en la negrura
de un día de tormentas
Cómo el aliento estentóreo
en un adiós
o en tan solo una mirada.

Esteban Silva

Mabel

Mabel

He de decirle al tiempo despiadado
sin transcurrir el tiempo de una excusa
el porqué Tu te encuentras a mi lado

Sin pretender arremeter en tus orillas
surqué miles de soles navegando
para encallar en tu dolor hecho astillas

Quien ha de torcer el rumbo cuando crece
sin avistar los designios azorados
por un montón del pasado hecho cenizas

Sólo la magia que anida en tu sonrisa
emerge abrupta del ánimo creyente
que abreva al cántaro sediento de tus súplicas

Por fin declara sin titubear a contagiarse
confeso ardor que late abyecto y se realiza
cual manifiesto, por pudor de haber amado.

Esteban Silva

viernes, 20 de mayo de 2011

Houston, we have a problema.




Ayer, guiando a un grupo de chicos en la catedral de Buenos Aires observé lo siguiente.
Un par de trabajadores de maestranza se aprestaban a realizar una tarea de limpieza.
Acodado en una de las columnas laterales, me dispuse en la intersección de la nave principal con las capillas que flanquean al altar principal.
Desde esa posición, observaba estratégicamente al grupo infiltrarse por los recovecos de la iglesia.
También me permitía ver con lujo de detalles la maniobra de limpieza que ejecutarían en una de las capillas secundarias. Los trabajadores vestían ropa azul de trabajo, con zapatos negros. Una escalerita de madera chica, y algunos enceres dentro de un ex-balde de pintura, completaban el cuadro.
La maniobra en cuestión, consistía en retirar una especie de cápsula de vidrio rectangular, en dónde se encontraba una escultura venerable.
El artilugio, un prisma de vidrio con forma de pecera, pero con la parte abierta en uno de sus extremos.
Su tamaño, aproximadamente un metro cincuenta del más endeble cristal.
La retirada, consistía en asir el objeto por su parte superior, mientras unas segundas manos guiaban el izamiento desde la parte de abajo. A los alrededores, un grupo de turistas de habla inglesa presenciaban el trance.
Entonces, uno de los trabajadores, creyó conveniente testear el peso de la jaula de cristal, para no encontrarse con sobresaltos en plena retirada. Para tal cometido creyó conveniente parapetarse en uno de los altares de mármol blanco, que equidistantes a la base del exhibidor, le proveía de la altura necesaria para alcanzar el conjunto.
Previsor, sacó de sus bolsillos los pertrechos que pudiesen afectar la maniobra depositándolo a un lado del altar.
A saber: un paquete de cigarrillos de caja, un celular Smartphone, unos papeles doblados y un lápiz de carpintero chico, por la mitad diría.
En una ágil acción, a pesar de su contextura robusta abdominal, consiguió de un salto, poner su negra bota en uno de los extremos del altar, mientras una segunda reposaba en la repisa del atrio, justo enfrente de éste.
Ahí , en la altura indicada para la extracción, prescindió de todo test dilatorio, que sumase dificultad a la referida maniobra. Extendió sus brazos paralelos a la caja de vidrio y de forma lenta comenzó a subirlo.
Desde abajo, su compañero prestaba ambas manos en la misma acción y paulativamente se iba subiendo el cajón sacro. Cuando estuvo en la cúspide, el maestranza comenzó a girarlo orbitalmente, para encontrar el ángulo ideal que completase la extracción. El segundo hombre rodeo el altar para recibir el objeto en el lado libre.
Justamente en este lento rotar sobre su eje, el primer hombre arrastro con su rodilla a la figura votiva expuesta al intemperie. De no ser por una hábil maniobra de su pierna izquierda al sujetar al muñeco que perdía su equilibrio desconsoladamente, la historia hubiese sido otra.
Los americanos, boquiabiertos, observaban impávidos el fallido, previendo lo peor.
Inmediatamente, salí de mi posición pasiva junto a la columna, me dirigí al epicentro extraccionario, y con unas de mis manos recompuse la vertical del fetiche.
Al menos, creo haberme ganado unos “ puntos “, que canjearé convenientemente en su momento, caso de ser necesario…

Esteban Silva

lunes, 16 de mayo de 2011

La Playa

La Playa

La piel intersecta la arena que bruñe
el mar masculla secretos al oído
la vista se transporta al horizonte difuso
Venus y Afrodita se desplazan en pareos
reflejando en sus muslos al astro sol
Palabras emergen tras oscuros vidrios
lectura pasajera que la brisa arrastra
Quietud estentórea de iguanas
mientras el líquido azul baña a unos cuantos
en su tibio manto de embates cíclicos
mortales
La voz irrumpe a intervalos
remedo servil nos alimenta
Tosca franja intermedia
donde la estirpe juega
y los balones ruedan
por impulso de pies y manos
Pájaros de metal surcan el cielo
con su cola exaltada
flameando en jirones
La mirada recorre activa
la mente descansa placentera
prepara los músculos a la acción
Y en la deriva de la noche
abre sus pupilas
llenas ardor y fuego.

Esteban Silva

sábado, 14 de mayo de 2011

Resignación




Derramada en jirones yace
Un abrigo de células muertas
contempla en las sombras
un nuevo ser redimirse al pasado
Quién habrá de notar
lo atávico disimulado en su rostro
Un manantial surge y se desata
savia, sangre que implora
dejar huella en el camino
perpetuar la memoria

Alegría cruel quien sabe
soplar palabras al oído
mientras al regazo de su dicha
crecen campos de cardos
inmunes, despiadados
se adhieren a su paso
Para poder vivir
sin pena

Desgarra esquirlas en su carne
brota agua y vinagre
Una toz esquiva se apodera
se hace nudo y se ahoga
queriendo gritar, susurra
por vergüenza a inmolarse
La fe, del que pide ayuda
espera
y ya es tarde…

Esteban Silva

viernes, 13 de mayo de 2011

Me encajaron cien dólares truchos



Mirá, ya sé lo que me vas a decir. No te gastés porque yo también lo pensé. Pero que querés que te diga, no la ví venir…Primero como entró al negocio, toda cajeta, empilchada. Daba el target de la clientela típica sabés.
Rubia, cincuentona, pelo planchado con lentes negros y tapado. Hasta ahí todo bien, típica de las que se hacen el recauchutaje en nuestro local de estética.
Pregunta va, pregunta viene, se anota para comenzar en unos días un paquete de aparatos por diez sesiones.
Le tomos los datos, le hago la ficha, la rutina de siempre bah. Meta preguntar por los resultados , las posibilidades de tratamiento a corto plazo, la forma de pago, los descuentos por pagar en efectivo.
Y la verdad, uno se ilusiona cuando viene un cliente de estos. Porque en el día a día , es como que te cae una guita extra entendés. Como que agarrás así de una y te ayuda a pagar el alquiler, o lo que corno sea.
Por eso, más que nada, entre como un caballo. Porque si la pensaba bien Pepe, había que ser re-pelotudo para no darse cuenta. Pero estos guachos, no son ningunos boludos…Te estudian, te sacan la ficha. Te digo más ensayan te diría. Conocen tu punto débil, y van con toda la artillería. Total que les cuesta, de última se hacen los re-boludos si los llegás a pescar y ¡chau Pinela!. ¿Qué vas a hacer? ¿ Le vas a meter una denuncia?, ¿ Vas a llamar a testigos, la cana?. No, murió ahí nomás. Tenés todas la de perder, siempre.
Por eso, si vas a agarrar dólares, tenés que estar bien seguro. Porque no me digás de pasarle la fibra, la raspadita ¡ni ocho cuartos..! O te pensás que a mí me pasaron un billete de circo. No, José, ¡era un verde como Dios manda!, nuevito con la cintita traslúcida interior, con los relieves en los escudos, con el sello metalizado.
Mirá te digo más, hasta olor a dólar tenía. Pero de cualquier forma no te la podés comer así.
Porque si una cosa estaba claro cuando me pidió esas cremas era que uno más uno es dos. Es el abc del comercio. Cuando te vienen con una promesa a futuro, todo bien, vos te quedás en el molde, total que mal te pueden hacer. Pero cuando el chamuyo deriva en llevarse algo a cuenta, o pagar algo a las apuradas, como en este caso, tenés que verla venir. Es imperdonable Pepe, que yo con treinte años de comercio, sí ya seé en otro rubro, no importa. Con treinta años encima no me pueden versearme de esta manera. Miento, poder, pueden, pero de que ahí me garchen de parado es otra cosa. Porque ahora yo que hago Pepe, que me la paso advirtiendo a mi mujer y a las empleadas los riesgos de cobrar en dólares. Y que encima la cagada no termina ahí. Porque de última decís me sacaron dos cremitas, bueh…¡vaya y pase!, pero no. Me preguntó a cuanto se lo tomaba el dólar, me compró por venticinco, y ¡le dí vuelto de cien!. Sí, José, ¡trescientos mangos de vuelto!.
No, si me las corto, es poco. ¡Cómo se puede ser tan boludo!. Porque de última, si el billete se arrima al valor de la venta, hacés un esfuerzo y dás cambio. Pero cambiar un setenta y cinco por ciento del valor, es de pelotudo. ¿ Qué soy , yo acaso casa de cambio, carajo?. Por eso, a pesar de la metida de pata, uno tiene que aprender sabés. Porque en cierta manera me lo tenía merecido. Por boconear. No, si esto me lo mandó ¡el Turro de arriba!. Aparte José, no jodamos, estaba tan bien hecha, que te juro, si vuelve le doy otros trescientos mangos y la felicito a ¡la conchuda!.

Esteban Silva

A la Gente de la calle




Epifanía muerte haber nacido
en una era indolente
Atolladero de ismos construidos
sin piedad, a los hombres
Recuerdo aciago de unos pocos
en desmedro de sus ansias
Instinto
Libertad que prevalece
Trinan fieras al acecho
Tañen voces Sur a Norte
Esclarecidos, dos de copas
A sus anchas ríen los fiscales
valentía que la seguridad compra
Miles de torres se yerguen desafiantes
el ojo tímido las observa al reparo
desde un puente
desde unos árboles
de la calle…

Esteban Silva

Poeta




El velo de tus horas ha llegado
Tu palabra se ha esparcido
a los confines de los límites
Y se repite en mil voces
que murmullan perplejas de asombro
Sentimientos que ya son propios

La luz le roba al dolor un instante
Prisma espectral que se esparce
Tenue, firme
calando los huesos
incorporándose al alma
Modifica lo establecido
instala un nuevo orden de cosas
Para sí
Para los demás

Ya nada habrá de ser lo que antes
Crisálida, serpiente de piel nueva
muestra tus atributos
Geometría exigua, brilla y advierte
Un torrente ámbar surca tu rumbo
Sobre tu superficie se desplazan
Atónitos, los que no tienen palabras
por alcanzar en su visión
lo que tu boca alienta.

Esteban Silva

lunes, 9 de mayo de 2011

La necedad del ser




Desamalmagado de ilusas realidades
anda el ser cabizbajo
Una visión ha tenido por objeto
esbirros ojos le han oído
cansinos miembros le han gritado

Confiado amigo de su yo
creyó sin creer
lo que reflexionando reflexionaba
un ardid desquiciado le urgió
un dique de moral lo sofrenaba
maniquea decisión confronta por dilema

El que sin pretenderlo ser
lo es
El que aún esforzándose por serlo
no se halla
Marisma, manglar de ideas perimidas
al rescate de una lente Galilea
Convexa

Que acerque verdades
Y proyecte asimetrías
conforme son
a los vestigios de la duda
Nada por afirmar.

Esteban Silva