Cuentos de Japón

Sinfonía en Kasumigaseki


Tokio tiene esas cosas, una comprensión fácil de su extendido y profuso sistema de redes férreas, tanto en la superficie como en el subsuelo, infinidad de conexiones se alternan para brindar un complejo sistema de interconexiones, que son el medio principal de transporte para su población. No es raro, por ejemplo, tomar un tren en los suburbios y ver que paulativamente se va transformando en un subte a medida que su recorrido se hace más céntrico, por tal motivo estaciones de tren y subte, combinan a la perfección en varios niveles los distintos recorridos de ambos medios de transporte, no habiendo distinción en sus prestaciones, entre unos u otros. A los consabidos bancos laterales de pana metalizada, que son el confort de nuestros vagones , comprados a la JR en calidad de usados, podríamos sumarles el acabado de su mobiliario en cada una de sus estaciones, el sistema de aire acondicionado central, que es la maravilla de los pasajeros en los veranos tórridos de Tokio, los sistemas de intercomunicadores que no solo avisan las paradas próximas, sino que dan una breve reseña de los sitios de importancia en la superficie, las tiendas de conveniencia en sus más destacados rubros, electrónica, gadgets,alimentos, ropa etc. Podríamos decir que a pesar de la masividad, los japoneses han asumido que al ser éste, su medio principal de transporte, destinarían es su construcción de todo el confort del que tuviesen a mano. Las bocas de salida son elegantes y sofisticadas, combinando una plaza de recepción en muchos casos con los servicios básicos dónde hay máquinas expendedoras de boletos, que no tienen nunca inconveniente en ingresar por sus ranuras el billete de máxima denominación que hay en Japón, a por lo menos seis décadas : 10000 Yens. No se forman largas filas, a excepción de unos pocos pasajeros por máquinas, ampliamente dispuestas en todas las estaciones, principalmente las de: Shimbashi, Shibuya, Ikebukuro, Shinjuku, Ueno, o la propia Tokio. Las líneas están clasificadas por colores, fácilmente identificables, en las paradas donde hay conexiones a otras líneas es posible visualizarlas no sólo en los carteles ,sino en el propio piso, demarcado por líneas de baldozas con los colores respectivos a los que hacen referencia, pudiendo uno seguirlas hasta conseguir la conexión deseada. Todos estas facilidades , están dispuestas claro, para hacer comprensible el recorrido no solo al usuario local, sino al extranjero, que ve inicialmente dificultada su relación por el idioma. A pesar de estar a esta altura ya un año en Japón, no disponía de la suficiente fluidez como para hacer una compra en una tienda especializada y resolver dudas en caso que surgiesen. A tal efecto creí conveniente acompañarme de un trabajador de la planta de camiones donde yo trabajaba de lunes a sábados, la Hino Shidoya C.O, una fábrica en las afueras de Tokio de unos 5500 operarios, a unas 15 estaciones del centro más o menos. Para entonces, y creo que para siempre, mi nihon-go, era muy básico y se suscribía prácticamente a las interjecciones suscintas de mi sector operativo; Kumitate-Engine, algo así , como montaje de motores. Sí, no , traeme esto, llevame esto otro, hace tal cosa, se encontraban medidamente dispuestos, al alcance en mi menguado vocabulario. Por eso al decidirme a comprar un Katana, objeto fetiche si los hay, decidí hacerlo en una tienda específica que no solo me brindase la información necesaria, sino que fuese un salto de calidad a los ya conocidos “ souvenirs “ de las tiendas para extranjeros, tan ampliamente diseminadas por el área céntrica. En cuestión , la elegida era una tienda en Toranomon, especializada en Katanas, Tantos, Helmets, y otros avatares del ajuar samurái. Debidamente guiado por mi amigo Okinawense , Madza, llegamos sin incovenientes hasta la mismísima puerta del establecimiento, Minato-Ku 52. En apariencia cerrada, por ser día domingo, el folleto del que disponía, señalaba a las claras: “ TUE-SUN 10:00 Am-17:00PM Open”, por lo que a pesar de la relajada certeza, a la que generalmente se les atribuye a los japoneses, en el cumplimiento de las normas; un vistazo inicial y prematuro al frente del negocio con sus puertas cerradas y falta de movimiento, me indujo cierta desconfianza vale mencionar. Afortunadamente al acercarme a las puertas vidriadas de un color tonalizado marrón , coloqué mi manos en la frente a modo de techito para proporcionarme el contraste indicado que me permitiese ojear en su interior, abriéndose estas instantáneamente ,y escuchando desde su interior el Conocido “ Irasha-Sumimasen”, ( Sean Bienvenidos!). Una vez en el interior del salón , vimos expuestas una gran variedad de Katanas, en vitrinas rectangulares, con una base de pana azul, que contrastaba muy bien con el color plata de las Hojas iluminadas por spots; de las hojas, porque en su mayoría eran eso lo que eran, hojas muy famosas de maestros de dinastías pre Meji. Había hojas de todo tipo grabadas en su alma, por caracteres Kanji, sin las respectivas empuñaduras. En otro rincón había un grupo de Tsuba ( Bolster, traba entre la hoja y la empuñadura ), que por lo general eran de artistas contemporáneos, piezas de orfebrería en oro ,plata,marfil y delicadas piedras preciosas. En el centro y atrás una armadura completa, con todos sus implementos, color rojo oscuro, con motivos dorados y negros, un Tzubón negro por debajo dejaba asomar delicados grabados circulares en el mismo tono, a espacios regulares, con el ibis típico de Japón, insignia de la compañía aérea JAL en la actualidad. Ante tamaña solemnidad de la tienda , repentinamente comprendí lo infructuoso de adquirir una pieza dado la cuasi-condición de anticuario del local. Al acercarme detenidamente a las vitrinas pude observar el valor de las mismas, no bajaban de unos 35000 u$s, unos 3500000 Yens del año 91”. Ante tamaño despropósito de valores, dado lo impensado por mi parte del valor real de estas espadas, me relajé en el circuito de vitrinas, ya más como un turista de museo, que como un futuro adquirente. Pero al final del circuito, con las manos en los bolsillos, encarando ya la recta final hacia la puerta de salida, un atendiente del local nos llamó con la mano, como para ofrecernos algo. Intrigado por el giro imprevisto de los hechos, llegué hasta el borde del mostrador donde se encontraba. Traducción mediante, abrió unos estantes deslizantes que se encontraban en una esquina, y ante mi sorpresa aparecieron algunos modelos de katana actuales, hechos con las mismas características de los otros, pero sin el valor histórico correspondiente. Estos modelos “ Replica “ estaban hecho a la medida de los compradores de ultramar. Poseían lindas fundas con arabescos, diversos tamaños y modelos. Y lo mejor de todo, eran accesibles!. Ayuda mediante me decidí por uno de GO-YU Man ( 500 u$s ), que creo,era la medida exacta para un gasto de tipo ornamental. Tuve que proporcionar el pasaporte , la identidad transitoria japonesa de residencia, y algún dato complementario que no recuerdo. Tales providencias se toman, luego me enteré, para evitar la fuga de acervo histórico en manos de coleccionistas. El sable venía envuelto en una funda lila de raso, una caja de color azul oscuro como la de las alianzas o piedras engarzadas, solo que del tamaño del mismo. El envoltorio un delicado papel color madera con los mismos motivos del Tzubón en impresión negra. A la manera tradicional de la escuela nipónica, se dispuso a envolverlo con la parsimonia ancestral de un ritual zen. El papel puesto en forma diagonal, fue abrazando suavemente la caja en maniobras precisas dignas de un Origami, a cada pasada de arista, unos dedos enforma de ángulo remarcaban el perfil “ l “, dándole al conjunto una mayor rigidez estructural. La puntas, derivadas de este proceso eran un cuarto de triángulo preciso que se doblaban por dentro de estas orejas. Por lo que precisé en mi observación, no participaba de esta operación , la cinta scotch, en ninguna etapa. Por fuera de este envoltorio, un complejo aparejo de cinta de raso, contenía una manija de plástico, haciendo las veces de porta contenedor, debidamente equilibrado en la parte central ,en disposición horizontal. Una vez con el fetiche en mis brazos, partí felizmente con la ilusión de quien adquiere algo para la eternidad. Lo sostenía con ambos brazos , para evitar que la tensión de las cintas marcase el envoltorio. A todo esto una vez tomado de subte en Toranomon, me percaté que el entusiasmo había represado por interminables horas,unas reverendas ganas de cagar, que estaban presentes incluso desde el inicio del periplo. Afortunadamente cerca de esta estación, estaba la parada de transbordo, Kasumigaseki, última conexión para el regreso. Fuimos a la zona de baños centrales, donde ingresé raudamente a los sanitarios entregando temporalmente la Katana a mi amigo. Dentro del Cubículo, las primeras hondonadas de detritos me parecieron caprichosamente similares a las de Hiroshima Y Nagasaki. Es sabido de la constricción japonesa por sus hábitos alimenticios, una dieta basada en un 97% de arroz, con el agregado de algunas algas y algún que otro pescado. Como yo vivía en Japón, corría desafortunadamente la misma suerte que los orientales en este aspecto. Sucesivas tandas de bolos fecales iban acomodándose a lo largo de cólon, produciendo un estreñimiento de proporciones mayúsculas. Luego de descargada las primeras tandas de batería, pasado ya ese sufrimiento inicial, me dispuse ya a disfrutar del garque, como Dios manda. Y en ese recorrido visual que hace uno, en estos minutos de paréntesis, por el entramado de porcelana dispuestos en forma de azulejos, me topé con un dispositivo que paso a describir: Una caja rectangular de plástico adosada a media altura, en el interior del recinto, con tres botones metálicos a modo de descarga de inodoro, hete aquí, que el inodoro ya poseía su descarga en la parte posterior por lo que imaginé que el dispositivo cumpliría otra función. Ganado por la curiosidad los apreté de uno en vez, produciéndose nada en el ducto de mi trono, a excepción de unos ruidos similares a la descarga de una mochila de inodoro, otro, un ruido de lluvia profuso y cerrado, y un último, de retorno de sifón cloacal bajo gran presión. Dado lo inocuo del aparato, lo apreté repetidamente, llegando incluso a obtener una melodía con las pocas notas de la que me proveía el adminículo. Cuando salí del baño reparé la cara de espanto de los japoneses, que aún sacudían sus uretras en los mingitorios. Una vez afuera, le pregunté a mi amigo cual era la función de tal aparato. El me dijo ante mi sorpresa, que dicho dispositivo estaba ideado para cubrir convenientemente, los ruidos producidos en la defecación!!. Con razón estaban alertados los nipones dentro del baño, yo había tocado toda la sinfonía… Debía estar hecho mierda, seguramente para ellos!!

Esteban Silva

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