domingo, 27 de marzo de 2011

Navidad del 79


Navidad del 79

A veces intercambiábamos en las navidades o el año nuevo, bien no recuerdo, las sedes habituales del evento. Porque para mí, como para todos creo, las fiestas eran una sola , divididas en dos episodios, como filman actualmente las secuelas, como un partido de ida y vuelta de Libertadores. En esas ocasiones, una de las casas en las que se desarrollaba dicho evento era la de mi tío Agustín en Nazarre y Melincué. Mi tío era un ex panadero, de por los menos dos décadas anteriores, que vivía holgadamente sin sobresaltos de la renta de varias propiedades a su nombre y por las que obtenía su peculio. A saber, una propiedad en la calle Sanabria, otra su ex panadería, en Victor Hugo, que el mismo había construido desde sus cimientos, un inquilinato en la zona de POMPEYA, donde hacía las veces de “ regeur “ Juancito, cuñado-zángano de Agustín,habitante “ ad eternum “ del conjunto,marido de Estelita, hermana de Virginia ,mi tía abuela, a la postre ,co-personaje principal de este relato. La finca era una promediada casa chorizo a la que el patio se lo había cerrado en su casi totalidad por un toldo de chapa, de alas plegables, que eran la maravilla de la tecnología allá por los años 70, y habían sido debidamente probados en cuanta construcción galeica se emprendiese por entonces. Una sucesión de cuartos discurría apiladamente paralela al patio, que remataba al fondo en un jardín de interior a cielo abierto, si se puede decir…, porque en realidad estaba poblado de un enmarañado de plantas grotesco , a las que mi tía había adoptado como segunda hija, El borde del jardín era un simil- tronquitos en concreto, muy a la moda en la época, a los que mi tía pintaba anualmente de distintos colores: hubo años azul y amarillo, azul y rojo, verde y marrón en fin , de las más deliberadas opciones de mal gusto. Había de todo en ese jardín botánico, rosales de rosas rojas y de las blancas, malvones, una parra de uvas chinches, que son las delicias de las ratas en verano, una enredadera de zapallos, que crecían a rienda suelta en la terraza una vez superada la instancia del “ ground zero “, una planta de granadina, planta de viejos ,si las hay, una planta de espinas que da florcitas rojas, otra violeta en su totalidad, que no se su nombre, por los rincones había providenciadas en macetas de aceite para motores YPF de 4 litros espadas de “ San Jorge”, que eran furor en salas de espera de consultorios odontológicos, y palieres de edificio por entonces. Y otra variedad no clasificada de especímenes inventariables a simple vista por el ojo lego. A tal descripción vale acotar que era imposible emprender actividades, como por ejemplo jugar a la pelota, a la escondida, o simplemente bordear la mata atlántica sin el ojo avisor de mi tía Virginia y su sarta de advertencias. Una vez, mi primo Carlos se tropezó infortunadamente con unos de estos tronquitos y cayó en el medio del maremágnum de clorofila, arrastró a su paso varias especies de plantas en su torpe trajín por incorporarse, enredando sus manos, en la trampa mortal verduzca, que yacía aplanada a consecuencia del rodamiento de cúbito-dorsal de mi primo por la superficie del terreno. La vieja, se colocó ambas manos alrededor de sus cachetes, cual asistiese, a un atropellamiento en la vía pública, o a un crimen sangriento, contuvo el aliento por el estupor un poco, y otro porque en el fondo sabía que el infante, era inimputable . Pero eso es “ harina de otro costal “ volviendo a las navidades, el extenso grupo de personas se agrupaba distendidamente en el patio, con el portón del garaje abierto de “ par en par”, a modo de casa de gitanos. Porque navidad que se precie debe ser multitudinaria, nada de esas familias disgregadas con pocos integrantes a causa de conflictos!!, de las reuniones en restaurants o cosas por el estilo!!Estábamos todos por aquella época. Mis primos por parte de mi tío paterno, mis primos segundos, hijos a su vez de la prima hermana de mi padre, su marido el tío Germinal, mis abuelos paternos y Juancito con su mujer, de elegante pijama de nudo en la barriga, se instalaba allá por el día 22 hasta la finalización de las fiestas el día 1 de enero por la tarde…. La cuestión era que estos primos segundos, eran ya boludos grandes para el momento, uno de ellos Carlos ,el de el medio de tres, que ya en esta fiesta estaba acompañado por su novia, era el más avezado años anteriores en las lides de los fuegos artificiales. Dado la nueva circunstancia de noviazgo, y puesta a prueba del nuevo entorno para su novia, su ímpetu pirotécnico se vió aplacado sobremanera. De cualquier forma se reservó una perlita, que pasaré a relatar a continuación. Una vez terminada la cena, en la sobremesa despúes de los brindis incluso, cuando la mesa queda regada de cáscaras de nueces, pan dulces a medio cortar, confites desparramados por doquier, la olla de la ensalada de frutas a medias, dominando la escena, platos de cubitos de hielo donde flotan improvisadas carabelas hechas de cáscara de nueces, miga , palito de dientes y papel como velamen, era costumbre en mi familia la ingesta etílica de una “ segunda ronda “, que era casi como la reafirmación de la Hispaneidad, para los allí presentes. El trago consistía en una grapa gallega de bidón, que mi abuelo traía a intervalos regulares de 3 años por su gira por España. El principal entusiasta era mi abuelo, claro, pero en estas ocasiones mi tío Agustín participaba del entonado elixir. En este plano, de obnobulencia fué que mi primo segundo Carlos urdió el plan de introducir un petardo en un cigarrillo de mi tío Agustín , su abuelo. Quizás por sus antecedentes en la materia, o por no anticipar su jugada, me pidió para que solapadamente trajera el paquete de cigarrillos de mi tío. Una vez en su poder introdujo el explosivo prolijamente, sustrayendo parte del tabaco, y tapándolo nuevamente para no despertar sorpresas. Creo que fue a la tercer ronda de tute-cabrero, que mi tío encendió el cigarro explosivo… el mismo explotó desflorándolo totalmente y dejando en la boca de mi tío una minúscula güimba. Su torso se retrajo espasmódicamente sobre el respaldo de la silla y se temió lo peor…Por suerte, no fue más que un susto, y un masaje reanimatorio, pudo sortear el trance acontecido, la risa de mi primo Carlos duró solo un instante, cuando vió la mueca exagerada de dolor, de su abuelo. Enseguida un comité de crisis apuro las actuaciones. Carlos fue encontrado culpable, y como Dios manda fue soberanamente cagado a pedos. Yo, el que les habla, recibí un retorcijón de orejas de mi madre a 360ª, cual perilla de cocina, por ser partícipe necesario del ilícito. Unos años más tarde mi tío Agustín, fallecía de un ataque cardíaco masivo del miocardio.


Esteban Silva

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