lunes, 11 de abril de 2011

Sobre el Mate y otras “ yerbas”…


Sobre el Mate y otras “ yerbas”…


Sobre el mate se han explayado largo y tendido. Han enumerado mil razones por las cuales la infusión se encuentra entre las preferidas de la población. Comenzando por el ritual, que afianza los vínculos sociales, la interacción entre las personas que participan de una ronda, el traspaso de mano en mano que de alguna manera simboliza solidaridad , inclusión, nivelación y tantas otras bondades.
Se habla de la iniciación a temprana edad en la práctica, lo que conlleva a reafirmar los lazos desde temprano con la bebida. Las características proteicas, o por lo menos inocuas de la infusión, hacen de su uso prolongado algo inofensivo, recomendable en algunos casos.
Todos estos atributos “ favorables” según la visión generalizada de la población, no hicieron mella en mí en lo más mínimo.
De familia española/italiana , estuve desde niño alejado de la práctica tan común para los argentinos.
No es en todo caso que “ el mate”, estuviese prohibido en mi casa, ni mucho menos.
Si me apuran, hasta podría citar una foto familiar en los bosques de Necochea, donde reunidos a la sombra de unos eucaliptus, mis padres saboreaban el brebaje herborístico en un cuenco de calabaza.
Pero ese no es mi caso, desde chico me vi alejado del mate, tanto en su versión tradicional de sorbido a bombilla como en la refinada de saquitos.
A tal punto mi aversión a la bebida se acentuaba, que en un intento por perpetrarme en un jardín de infantes a mis escasos cuatro años, una rotunda negativa a la ingesta de la compulsa merienda me alejo para siempre.
Esa impronta tan gestual en los orígenes de mi existencia , me marcó para el resto de mi vida.
Hay quienes dicen que yo: “ siempre fui un asqueroso desde chico”, y eso es una verdad, a medias…
Porque en lo que respecta al mate, mi negativa estaba basada tan solo en el sabor de la bebida.
Visto en perspectiva, casi podría afirmar que mis gustos desde la temprana edad no sufrieron modificaciones a lo largo del tiempo.
Eso puede observarse como bueno o malo según se juzgue…
Malo, porque habla a las claras de la poca vocación de cambio, escasa sociabilidad, nula participación en el colectivo generacional.
Bueno, porque demuestra mi invulnerabilidad a las costumbres, el desapego a las tradiciones etarias como el cigarrillo , la bebida alcohólica, las drogas o cualquier manifestación de identificación cultural.
Yo creo que es solo una cuestión de gustos, que no hay nada más allá de esta elección individual.
No hay una valoración moralizante o de cualquier índole.
Visto de una manera práctica, es más difícil aún , no encajar dentro de una de estas costumbres sociales.
Por la desconfianza que ello implica en el imaginario de grupo. La no pertenencia en parte, del común denominador que aglutina a la tribu.
Es cultural. Lo que pasa, es que por lo general cada persona tiene un número de costumbres determinadas y se encuentra “ abierta “ a nuevas experiencias.
Asume con beneplácito, estas normas de identificación. Se retro alimenta viviendo la asimilación como parte fundamental del proceso de sociabilidad.
Yo me asumo como un ente autárquico que vive en sociedad. Una entidad paralela que toca tangencialmente al conjunto, en busca de cuestiones afines.
Identificándome, pero manteniendo la distancia necesaria como para actuar de forma independiente.
Tal proceder, confunde a un observador externo. Hay una tendencia a la generalización y al encasillamiento.
Si te gusta una cosa, te gusta tal otra. Si te vestís de determinada manera.. . El trabajo que ocasionalmente te acompaña también te define.
Frente a los de los demás.
En el fondo, sigo siendo “ yo” mismo, en constante evolución.
Es imposible fragmentar el tiempo, detenerlo en un instante preciso. Siempre va a ver una fracción menor, divisible en si misma. Una y otra vez.
La personalidad es un poliedro de mil caras. A cada instante esculpimos nuevas facetas en la búsqueda de la perfección. Como las piedras que se bruñen constantemente en el lecho de un río.
O como el escultor que perfecciona en su tallado una forma.
Definitivamente, karma.

Esteban Silva

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo Esteban. Interesante el tema y muy bien redactado, por cierto. Sin embargo me gustaría añadir, que invariablemente mejoramos a medida que formamos conciencia de nuestros propios errores. Por lo tanto, cada etapa de nuestra vida, por inútil que parezca, ocupa un lugar absolutamente trascendental e insustituible, en la formación de nuestro proceso evolutivo. Así que cada experiencia nos conduce hacia un destino, donde ni las mas audaces predicción, son suficientes para vislumbrar un futuro que a buenas y primeras, se hace inexplicablemente incierto. Saludos.

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  2. Jordi Judkevich: Tebita!! Porque te conozco y se que sos asquerosito, hasta ya me da gracia tu forma... Y sos una de las pocas personas que si no me saluda, no me ofende... Solo porque sos vos! Buenísima la nota.... Claramente soy parte del Común Cultural de la Gente (CCG) jajajajaja Ya me armé mi partidito

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