sábado, 26 de noviembre de 2011

Tempestad


Una vela desplegada en altamar. De ribetes de seda y colores chillones. Hecha jirones.
Sacrificar una vida de suceso por un ideal. Sin convencimiento. Por obligación, por desdén.
Ocupándose de aquello , que la atención solícita requiera.
El rumbo fijo, a ningún lugar. Un horizonte de tormentas aguarda.
Nubes socarronas esconden climas adversos.
Y en la quietud de una pausa, dónde la reflexión ensaya excusas infalibles, un rayo de luz desgarra lo efímero de la dicha.

Esteban Silva

sábado, 19 de noviembre de 2011

Ocaso

Aún los jacarandaes vomitan su púrpura de hastío, cuando el tiempo llega.
El tenue aroma de sus horas se ha ido. Un fétido vaho de fermento gana altura en su entorno. Los frutos descansan el pisoteado yermo de su sombra. Todo muere.
Alargar la vida en un suspiro es inútil. Mejor, es rendirse exhausto a la majestad del destino. Otrora amor, ahora, sólo un beso de sepulcro.

Esteban Silva

martes, 8 de noviembre de 2011

La máquina teletransportadora

Corría el año 2076 de la era cristiana. La paz reinaba en el planeta Tierra definitivamente hacía 30 años. Un conglomerado de naciones habían repartidos sus esfuerzos en tres grandes bloques.
Tras el cisma del 42, en el que perecieron mil cien millones de personas el clima era otro. Por un lado los países detentores de la tecnología aunaban voluntades en “ Unión 1”, básicamente EEUU, la unión Europea y los países angloparlantes. “ Unión 2” estaba capitaneado por China, y abarcaba el sudeste asiático conjuntamente con los países árabes. “Unión 3” lo regía India intermitente con Brasil, en su seno estaban ciento veinte naciones de las más variadas.
Era la solución que habían encontrado, al problema de los recursos , la inmigración , y las guerras.
Se habían abolido para siempre las naciones religiosas, al suscribirse los conglomerados. Cada una de las partes era hasta cierto grado independiente, pero para subsistir dependía de los recursos de la otra.
Atrás quedaban los chantajes en el intercambio de bienes, que propiciaron la hambruna generalizada de hace cuatro décadas. Cada uno de los bloques hacía valer su caracterización, negociando de manera preestablecida los intercambios en el nuevo orden de cosas. Los países que vendían los productos de su tecnología, habían visto caer su cadena compulsiva de compras, los nuevos mercados exigían cambios reales y radicales en los productos. Un preventivo liderazgo regional, aplicaba las cuotas necesarias de suministros. Los países que detentaban petróleo en los albores del 2000, perdieron todo su poder al inventarse el motor de fusión atómica, derivado del acelerador de partículas de Lausana.
Ahora se agrupaban junto a China en una mezcla de tecnologías agotadas y poder tribal. Ellos eran el factor policial en el conglomerado “ 2”, teniendo a su cargo el control de las plantaciones en la región del Sahara, ahora convertida en vergel, a lo ancho del todo el continente. El bloque “ 3” era el más equilibrado, tenía por un lado el factor principal de su negociación: el excedente de alimentos; a su vez un interesante desarrollo tecnológico en la aún vigente energía atómica convencional derivada del uranio enriquecido. No era tan dependiente en el intercambio, y desarrollaba políticas propias de reconversión de su población. Se había designado el español como lengua reinante en el bloque. No le sería difícil a la nación India tradicionalmente políglota, adaptarse al nuevo idioma concensuado. En menos de un lustro habían reconvertido su lengua a la perfección, destacándose incluso escritores hindúes en perfecto español. A los brasileños, en cambio no les fue tan fácil, a pesar de tener un idioma base de origen latino muy cercano a la lengua hispana, su conversión era lenta y llena de dificultades. Tanto, que a mitad del proceso se barajo la idea de reunirse junto a Portugal y Angola en un solo bloque, debido a las mismas dificultades que enfrentaban los lusitanos en asimilar el inglés propuesto de “Unión 1”. En más de una ocasión con motivos de presidir el cónclave interbloques, un representante de la otrora nación brasileña emitía confusa señales en portuñol, a unos sorprendidos “ intérpretes”. El Bloque “2”, hablaría un chino simplificado, con escritura románica tradicional. Las naciones árabes, pobres en bibliografía poco habían podido imponer, apenas un centenar de palabras convergían en su nuevo idioma…
La antigua ONU aún subsistía pero como ONG, tenía una oficina en el nuevo World Trade Center de New York, a su arbitrio concurrían solamente naciones africanas subsaharianas, países insulares y pequeñas asociaciones aislacionistas.
Su antigua sede había desaparecido en el acto de disolución de “ Al Quaeda”, para el año veinte. Una bomba atómica de pequeñas dimensiones instalada en reemplazo del corazón , pudo ser detonada por terroristas de Osama Bin Laden …
Esos fueron tiempos fundacionales, que vieron derivar en la mayor crisis de valores conocida hasta entonces. Pero para la época contemporánea, mucho de esos males atemporales habían sido extirpados. Una rigurosa implementación de medidas que se observaban estrictamente, consiguió en poco tiempo logros irreversibles. Las escasas voces en contra se doblegaban ante la manifestación de los hechos concretos. El control de natalidad, se había copiado de China e India, la posibilidad de tener tan solo un vástago libre de impuestos, previamente requerida la autorización pertinente para su engendramiento y scaneado del adn mitocondrial. Ninguna medida se había librado al azar. Una única moneda regía en los tres mercados: el nuevo dracma. No tenía soporte físico, su validez era otorgada por la autoridad central que regía a nivel general, para las tres regiones: “ El Núcleo”.
El núcleo era un ordenador central que tenía a su cargo todas las funciones esenciales para la subsistencia en el nuevo orden. La identidad de la persona, su especialización de trabajo, sus cuentas, comunicaciones, su localización exacta a toda hora y miles de otras aplicaciones. Para esto, las personas eran obligadas a usar un adminículo de pulsera que se renovaba cada cinco años. En él, se desarrollaban casi todas las transacciones de orden cotidiano, hablar, proyecciones holográficas, multiconferencia, accesos a todos los sitios que requiriesen créditos insumidos de la propia cuenta del portador. Al ser un sistema de uso continuo, e imposible de retirar ( su emplazamiento estaba sincronizado con una cápsula en el interior del organismo, cuando uno de los dos se quisiese desactivar o alejar, se producía un shock eléctrico, con capacidades mortíferas), el índice de criminalidad se redujo a cero.
Un protocolo muy estricto era el que regía al núcleo. Cada una de las directivas eran discutidas previamente por las “ Uniones” en acalorados debates.
Las diez leyes fundacionales, eran inamovibles. A partir de este legado, cientos de normas de aplicación se discutían año a año en un congreso mundial. Esta composición tripartita, estaba bien equilibrada, ninguna de las partes podía imponer su parecer a menos de negociar con la otra . Los distintos temas tratados arrojaban lealtades temporales que la propia composición econo-cultural se encargaba de separar a tiempo.
Este “tour de forcé” tan particular que las naciones habían suscripto en pro de una gobernabilidad, se vería afectado desde sus cimientos por una invención radical que transformaría el estado de cosas: la máquina teletransportadora.
Esta máquina vio sus inicios en la década del 10´. En principio fue muy elemental, apenas un fotón de luz pudo ser transportado al recipiente de recepción a escasos seis kilómetros. Con el tiempo, partículas y moléculas eran recreadas en la estación receptiva. Y digo “ recreada” porque es lo que realmente hacía.
Como subproducto de la teletransportación se había creado la replicación a escala.
El objeto “ Transportado” era un clon real de su original en un destino nuevo.
Enseguida se comprendió los alcances de tal invento. Era la panacea de la escasez de recursos para el resto de la eternidad. Nadie sabía a ciencia cierta, de dónde obtenía los materiales físicos para la recreación: Era una incógnita, que miles de científicos intentaban responder. Algunos especulaban que la “Singularidad de Hawking-Penrose” proveía los materiales, otros que nuestro satélite más cercano, la luna, se desmaterializaba en iguales proporciones a lo transportado, otros los menos que el núcleo de la Tierra aportaba dichos materiales. Lo cierto es que la incógnita nunca pudo ser resuelta a pesar de los denodados esfuerzos.
Para la década del sesenta, estas máquinas eran de uso masivo entre las personas. Solo una restricción fue establecida de antemano la teletransportación de humanos, solo se haría en condiciones de fiabilidad máxima. Quiere decir que el “ núcleo” supervisaría todas las acciones de este tipo.
Se trataba ante todo de un dilema moral: Que hacer con el individuo replicado en la máquina de origen?
La solución vino de la mano de la fuente de energía de la propia máquina: la fisión atómica del acelerador de partículas.
En el preciso instante de la transportación, un pequeño destello controlado, incineraba el cuerpo de origen en un nanosegundo.. En las estaciones de telestransportación, este era uno de los principales incovenientes. El persistente olor a acre de los cuerpos incinerados que a toda hora partían a los destinos más disímiles.
Cientos de agrupaciones religiosas remanentes, sin voz ni voto, se oponían a esta práctica tan regular para la época, porque según sus criterios removía al alma de su envase natural del que había sido provista.
En la práctica, nada de eso sucedía. Solo una leve tendencia a irradiarse en el proceso, que los técnicos lograron arreglar diez años después, con la ingesta de una solución protectora y un baño posterior al transporte.
Los alimentos eran otra cosa, a pesar de poder replicarse, su carácter transgénico potenciaba los efectos de la radiación y hacían imposible su ingesta. Hasta ahora, ese problema no había podido solucionarse ( o no querido..), quedando la replicación de objetos y combustibles como efecto primario.
Convenientemente, las máquinas replicadoras habían sido estudiadas perfectamente antes de su comercialización.
Ninguna de ellas albergaba la posibilidad de contener en sus dimensiones a un humano.
El sistema de valores se alteró para siempre desde su aplicación.
Las nuevas tecnologías invertían en el proceso, costosas sumas en evitar la replicación. Lo lograban gran parte de las veces. La industria tradicional, sucumbió, como setenta años antes lo había hecho la cinematográfica y musical.
Las compañías de viaje dejaron prácticamente de existir. En su lugar surgieron las terminales “ teletransportadoras”, asociadas con empresas de turismo en el lugar de destino.
También coexistían los “ saltos” individuales a escalas no previstas. Tanto que en el año 63´ la ciudad de Londres, prohibió los viajes a la hora 5 Pm, regulándolos a un máximo de cien mil por cupo/hora.
Las capacidades colmadas de sus bares y hoteles, indujeron a tomar tales medidas.
Hubo medidas similares en Nueva York, Tokyo ,Los Angeles, Roma y París.
Este proteccionismo al “turismo” estaba dado por la accesibilidad , al sistema. Se había previsto que en tiempos de inicio habrían olas de “ transportes” a los sitios más reconocidos, pero con el tiempo irían volviendo a la normalidad.
Esta previsión se cumplió en el lapso establecido. La otra previsión en cambio traería otras consecuencias.
El acopio indiscriminado de bienes.
Era lógico por parte de la autoridades que en un principio, las personas replicasen objetos de valor o cambio, como por ejemplo el oro, o cualquier material precioso.
Los museos por ejemplo adquirían unas máquinas especialmente diseñadas para, clonar su acervo.
Así , instantáneamente millones de personas exhibía orgullosamente obras originales de los grandes maestro de la pintura.
Museos e instituciones ahora encontraban una salida inpensada. La comercialización de réplicas.
La industria remanente entendió a la perfección el paradigma del narcisista pos-moderno. Surgió una industria a la medida que expresó la individualidad en el contexto de la inter-individualidad.
El individualismo exacerbado le negaba al homo-economicus la posibilidad de asimilar patrones colectivos. En su lugar, los adelantos tecnológicos operaban como una suerte de standarización, amalgamando su deseo obseso con la negativa de ceder su yo al conjunto.
Creyendo expresarse, homogeiniza. Habiendo usufructuado satisface su ego. El Capitalismo hedonista y permisivo, así lo había dispuesto.

La bolsa del oro cayó estrepitosamente como era previsto. Los grandes bancos que tenían acciones en las empresas tecnológicas, tomaron medidas preventivas. Una década antes de la “ implementación”, consiguieron licuar su stock de oro en ofertas secretas con sus asociados. Para la nueva tecnología, era tan solo necesaria la tenencia de un solo lingote a replicar. A pesar de no tener valor comercial, miles de años en la valoración del brilloso metal tuvo su efecto.
Indiscriminadamente las personas dedicaban gran parte de su tiempo en replicar dicho metal y acopiarlo en donde tuviese espacio.
Los que poseían viviendas individuales, acomodaban en todos los rincones, sótanos, y en el propio terreno, pilas inmensas de este material. Lo hacían al resguardo de otras personas, con miedo de divulgar su secreto.
Tal fue el fenómeno, que varias torres de los distritos perisféricos se derrumbaron por el enorme peso.
De nada servía advertir a la población de tales sucesos. Calladamente la avaricia se imponía al buen criterio, primando sobre este.
En el fondo, el hombre a lo largo de doscientos años de historia no había cambiado mucho. Así lo habían hecho los buscadores de oro en el antiguo Oeste Americano. Así lo hicieron en la selva Amazónica de Serra Pelada en el pasado reciente del siglo XX.
Ahí dónde el sistema daba rienda libre al individuo, los resultados eran desastrosos.
Esta era una época distinta. Una época vedada a la exposición, dónde reinaba la vil virtualidad, el hedonismo unido a la pornografía, los cambios de roles…
Los vestigios del despropósito no tardaron en anunciarse.

El veintidós de diciembre del setenta y seis a las 5 ATM, un imperceptible freno en la rotación orbital, desencadenó todo.
Se había extraído todo el material aurífero del manto de la Tierra, en las “ replicaciones y teletransportaciones”.
Este material era de vital importancia para la teoría de “ hipótesis de la dínamo”, que sustenta el campo gravitatorio del planeta, las placas tectónicas en su lugar, los océanos en su lecho en fin, del orden planetario.
Un Tsnunami de escala global arrasó las ciudades costeras. Miles de cráteres surgieron a lo largo del globo expulsando magma de sus entrañas y tornando el aire irrespirable. En tan solo dieciocho horas, un compuesto de azufre y ácido sulfúrico gobernaba los cielos del planeta. Los escasos tres mil millones de habitantes perecieron en el acto.
Tan solo uno pocos de miles autoevacuados a los refugios de montaña sobrevivieron al percance.
Hicimos contacto a las pocas semanas del hecho.
Eramos el equipo terransformador Nº 16 del planeta Marte, en su regreso a casa.
Lo registré en mi bitácora, acto seguido, reemprendimos rumbo a nuestro nuevo hogar.

Esteban Silva