jueves, 21 de abril de 2011

Serpenteadores de Fronteras y calamidades


Serpenteadores de Fronteras y calamidades

En las frontera de las “ Tres Serpientes”, allá donde confluyen “ El impenetrable”, el Amazonas y la simple selva, miles de personas trashuman los límites de las naciones, día a día.
En la búsqueda de un sostén económico para la des-industrializada región, a diario, infinidad de encomiendas son transportadas por “serpentedores” de los más distintos orígenes.
Los productos que ingresan libremente del exterior a Ciudad del Este y Asunción, abandonan rápidamente la escala en suelo guaraní, en búsqueda de las grandes urbes de Argentina y Brasil.
Hay traficantes de todas las escalas. Tropas de personas reclutadas que actúan de forma coordinada, familias independientes emprendedoras, trabajadores por encargo. Y ocasionalmente, hay errores también.
Como la entrega equivocada de una encomienda de adornos navideños procedentes de China.
Sucedió el acto fallido, en el que un “serpenteador” encargado de embalar el envío, cambio accidentalmente la caja requerida. En su reemplazo, un conjunto similar en apariencia y peso fue de la partida, pero con la característica peculiar de tratarse de: juguetes sexuales para la venta en sex shops.
El paquete, que diligentemente estuvo a la hora señalada en la dirección prefijada, emprendió rápidamente su traslado a la capital porteña.
Silvina y Luis, se escapaban por un fin de semana en segunda luna de miel.
A su partida, habían prometido a sus hijos sendos regalos. Los menores de ocho y diez años recibirían una consola de juegos, la niña de nueve había optado por un teléfono celular multifunciones.
Un menor de tres, al cuidado de una de sus tías, se contentaría con volver a abrazar a sus padres al regreso.
Además estaba en pie la promesa familiar, de este año sí, proveer de los adornos navideños necesarios a un delicado pino que se erguía en el jardín, frente a la propiedad.
Por años Luis pensó que este sería el toque distintivo del espíritu de las fiestas. El buen pasar económico fruto de su trabajo arribaba en la hora justa.
Había idealizado este momento.
Por eso, a su regreso, disfrutó de sus hijos hasta altas horas de la noche, a sabiendas que el día siguiente se levantarían temprano para arreglar el árbol navideño.
Precisamente a primera hora del día, tres diligentes gurrumines se encomendaban a la tarea de desembalar los “adornos navideños”.
Los colores flúo y las formas novedosas llamaron la atención de los infantes. Muchos de los adminículos, no disponían de la sujeción necesaria para incorporarlos al pino.
De cualquier forma, los menores se las ingeniaban para sujetarlos prolijamente a la conífera, con unos trozos de hilo.
El menor de tres, que silenciosamente se había sumado al grupo de hermanos, testeaba afanosamente cada uno de los plásticos introduciéndolos en su boca.
Fue esa instantánea, la que percibió el padre de familia al despertarse. Aún con lagañas, se refregaba para poder negar lo que en principio sus ojos habían percibido.
Del pino, pendían una cantidad no precisada de adminículos sexuales.
El más feo de ellos, una vagina de imitación en escala real, con horribles pelos en su factura.
La niña, sostenía poderoso consolador de unos veinte centímetros, al que trataba infructuosamente de colocar en la punta del árbol, con la ayuda de una escalera.
El menor de todos tenía en su boca una especie de sonajero, de dudosa procedencia.
Escalofriantes pensamientos arribaron instantáneamente en la cabeza de Luis. La magnitud del daño ocasionado por la calamidad ocurrida, demandaba medidas reparadoras urgentes.
Sin hesitar, apartó a sus hijos a una distancia prudencial. Buscó un hacha del taller, y en dos certeros mazazos derribo al joven retoño.
Presa de su vandalismo circunstancial, roció de gasolina al derribado pino junto a los “ adornos navideños” y a la caja que los contenía.
Sus hijos observaban atónitos con lágrimas en los ojos la demencial furia de su padre.
En su interior pensaban que tal vez, el habérsele adelantado en la partida, había motivado la furia del progenitor. O quizás, simplemente un mal desempeño decorativo habría detonado el intempestivo embate.
Lo cierto, que esa navidad y todas las venideras en lo sucesivo, pecarían por la falta del “árbol” en las reuniones de fin de año.
Tan injustamente vedado, por la accidental maniobra furtiva, de los “ serpenteadores de fronteras”






Esteban Silva

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