sábado, 20 de agosto de 2011

Desborde justificado




Desbordado por la angustia plena de haber vivido una vida sin ambages, escribo.
Historias, pedanterías vanas, que atraviesan la ilusión de mis días. De vez en cuando, la luz que ilumina a los poetas me alcanza. Es ahí, que aprovecho a las musas contagiarme su entusiasmo. Su magia inspiradora, su transpiración sudorosa, y los dolores de espalda frente al teclado. No me quejo. Alertado por el mal que aqueja a los escritores, muchas veces me cuestiono esta vena que arremete en mi interior. ¿Es necesario llenar las páginas del anonimato con un montón de palabras ilusorias?. ¿ A quién dedico estas reflexiones? A mí mismo, me respondo. Y eso está bien, creo. La página en blanco no mitiga mis ansias de transmitir. Ni la vanidad profana de la falsa modestia. ¿ Por qué habría de hacerlo?. Solo así creo ser yo mismo. Yo ante mis pares. Yo frente a los que me rodean. Qué alegría clara terminar una frase, un concepto, que divulgue la esencia efímera de una idea. La vacuidad aparente de una prosa que se pavonea histriónica frente al lector. Engaños, máscaras retóricas que empleo para llamar la atención, para distraer. Me gustaría ser creativo en cada línea, crease. No en tanto, argumento más de lo debido, adjetivizo. Eso lo sé. Como también sé hacer reir, conmover con un relato, instalar una reflexión o hacer llorar a veces. Pero eso no es todo. Es necesario criterio estilístico, innovación, vanguardia, público al cuál dirigirse. Para destacarse, o para poder emerger de este iceberg inmerso en la ciénaga de la mediocridad, y que me atañe.

Esteban Silva

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