sábado, 18 de junio de 2011

Fiaca




Fiaca


La primera percepción al entre abrir sus ojos era que algo andaba mal . La luz tenue de un día nuboso se filtraba por el escaso margen abierto de la cortina. Esa condición escondía la hora exacta del día. Máxime si el escaso ruido que provenía de la avenida no aportaba datos fidedignos de que en qué momento se encontraba. Tomó el teléfono celular que estaba en su mesa de luz.
Las ocho y treinta am.
Bien pensó. Estoy a tiempo. Aún así no se quedó conforme con la lectura del aparato. La hora sin duda era exacta. Pero debería confirmar el día de la semana. Miles de veces había reseteado el aparato sin darle importancia a la fecha . No sea cosa de que fuese a trabajar como aquel día sábado que no le correspondía y una vez en el trabajo le pidieron que se quedase para cubrir un puesto. Eso lo evitaría a todas luces. Era preciso entonces confirmar certeramente las coordenadas vigentes. Tomó fuerzas. Los días de invierno (sin calefacción) no eran su fuerte para levantarse. Corrió la pesada colcha que lo cubría.
Sintió el aire frío apoderarse del desprotegido cuerpo. Las imágenes residuales de su reciente sueño comenzaban a reagruparse en su mente . Le querían tender una trampa. Unos lazos invisibles lo tironeaban para retornarlo al sitio de reposo. En un acto de constricción recuperó la manta descubierta, como el general que después de una batalla perdida reordena su tropa. Volvió a sentir el calor intenso de las sábanas reconfortar su alma. Sabía que esa acción dilatoria podría traer malas consecuencias.
Necesitaba unir temporalmente el día de la semana con el calendario.
Se dio vuelta en un instante y hurgó en su mesa de luz por un almanaque. Los primeros ejemplares en aparecer eran del 2008. Todos, obtenidos en una convención de tatuaje en el predio ferial de exposiciones de Palermo. También había uno del 2009, de una casa de cambio de aceites y filtros. Recordó inmediatamente que el cambio de aceite de su vehículo le urgía a gritos. Por tal motivo, abrió una “ nueva carpeta” en el escritorio de su mente, con ese nombre. Podía re calcular las fechas a pesar de todo. Dos años a la fecha actual no era tanto. Claro, pero esa simple adición a esas horas de la mañana no le brindaban la confianza necesaria para arribar a un resultado seguro. No le quedaba otra que prender el televisor. Esa fuente de realidad espasmódica que vomita día a día sus malas nuevas.
Volvió a agarrar el reloj digital en forma de teléfono celular para confirmar sus sospechas.
Las nueve en punto.
-Mierda, ¿ya pasaron treinta minutos?- Pensó asustado.
Si en ningún momento se había dormido. ¿Cómo es que en ese breve lapso de análisis circunstancial había pasado media hora?. No lo dudó más. Era necesario tomar medidas extremas. Sí, las mismas que media hora antes. Descubrirse de las mantas y enfrentar finalmente el día. Ahora reunía todas las condiciones. El convencimiento de la acción a emprender, junto a el escaso margen de maniobra que el tiempo residual le proveía. Por eso el primer paso, aún cubierto hasta el cuello , era procurar por un calzado que lo transportase desde el helado suelo patagónico del décimo piso, hasta el local de la cocina dónde se ubicaba el televisor, próximo al dormitorio dónde él se encontraba.
Miró en su lado derecho, y no registró señales de calzado alguno. Hizo lo propio con el otro flanco e igual. Asomó su despeinada cabeza por debajo de la cama para así conseguir algún remanente de calzado olvidado. Solo obtuvo un par de medias viejas llenas de pelos, una pelota de tenis, una caja de zapatos vacía y un paraguas que utilizo para alcanzar los objetos fuera de su alcance. Todos, inútiles. Bueno, por lo menos había encontrado el bendito paraguas que tanto procuro con anterioridad.
Estornudó. El zandungueo lateral del paraguas sobre la superficie empolvada le provocó el episodio. Paró instantáneamente.
El sólo pensar en atravesar esa inmensidad de suelo antártico hasta su objetivo le produjo otro estornudo. A esta altura ya se sentía afiebrado, en condiciones imposibles para el desenvolvimiento laboral. Sería necesario entonces llamar al médico de la empresa. Lo malo, se alertó, que ese mismo mes había abusado dos veces del recurso, haciendo imposible su uso nuevamente. Volvió a pensar en el trayecto gélido que lo separaba de la cocina a pies desnudos. Se acordó que el reloj digital que había en el teléfono celular además de proveer la hora era sin dudas un teléfono. Marcó el número de un compañero de trabajo en una jugada esclarecedora:
A todo esto ,ya eran las 10 Am
Tuuuu Tuuu Tuuu, Tuuu Tuuu Tuuu -
-¿ Hoolaa? -
– Hola Marce,-
- Seee, ¿ qué queres?- con vos de fastidio.
Ahí rápidamente improvisó una pregunta evasiva que lo alejase de su pretendida inquisitoria inicial .
- Chee Marce,¿ sabés a quién le toca el turno de hoy?
- ¡ Hoy es feriado pelotudo!-( confirmando sus sospechas ) y colgó abruptamente.
Lejos de enojarse por el desplante, cerró el bendito teléfono, volvió a cubrirse con el conjunto Mantas-sábana, esbozó una sonrisa y re emprendió el sueño en el preciso lugar en dónde lo había abandonado.

2 comentarios:

  1. Agustina Talarico: Por Diosss jaja esa soy yo cada mañana que suena el despertador a las 6.14 !!!!!!!!!!!!!!!!!

    Virginia Garcia :Muy muy muy bueno!!! Excelente!!! Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.

    Virginia Garcia PD: Agus haceme acordar q nunca trabaje con vos, jajajaja.


    Agustina Talarico: Jeje igual todas esas vueltas son por la facultad... ojalá ya me tuviese que levantar para ir a trabajar!!!!!!!!! :D

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  2. Ulises Acosta: Aveces me gusta cuando buscás palabras complicadas, o de las que al leerlas dan 30% ganas de ir al diccionario 53% ganas de hurgar en los vestigios atesorados de lecturas acumuladas y 17% de mandarte a la concha de tu prima . . . .


    Ulises Acosta ‎. . . . . . pero definitivamente me gusta mucho más cuando te pones cotidiano, simplemente detallista, haciendo una cosa interesante, aveces interesante, aveces intrigante, aveces irónica o ridiculamente divertido, de un simple hecho pagano . . . . . . como un eructito, o pedito, o hurgar con un escarbadientes en una muela picada . . . . . abrazos che.

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