viernes, 24 de junio de 2011

Amigo 3




Amigo 3

Camino raudo a mi destino. Mañana de invierno en el barrio de La Boca.
Paso apresurado para encontrarme con mi objetivo. Un grupo de estudiantes secundarios del conurbano bonaerense, a los que yo guío durante tres horas.
Esa primera instancia ( la del encuentro ), siempre está cargada de adrenalina.
Es inevitable. De repente cincuenta miradas se posan sobre uno a la espera de respuestas. Hay todo un trasfondo de postergación en ese micro. En la expectativa por conocer. En la pose del que no vivencia el espacio público como propio y pide permiso sin saberlo. En las miradas jóvenes, ávidas de experiencias por contar. Desde la pantalla de un celular, desde un cámara de foto, o desde la simple anécdota.
Uno pasa a formar parte de un colectivo en ese momento. Hay una responsabilidad manifiesta en la tarea. Una visión superadora de clase en el evento.
Yo reflexiono al respecto, antes de esos encuentros mientras apuro el paso.
Claro, La Boca además de ser territorio turístico por excelencia tiene sus bemoles.
Fuera de los márgenes aledaños al circuito caminito-ribera del riachuelo, las posibilidades de toparse con el habitante lumpen del barrio, son considerablemente altas.
Calle Palos, llegando al cruce con Suarez, escaso cien metros de la ribera. 8:45 Am.
Dos jóvenes se acercan en mi dirección. Pantalón deportivo, zapatillas y manos en los bolsillos ( ambos ) de un buzo con capucha que no permite ver al interlocutor.

- Amigo-
- Sí- escueto, sin manifestar emoción.
- ¿ No tené dos peso pà comprar pan pá comer?-
En eso, y a pesar de la pesada bufanda que me cubre el rostro, percibo el vaho etílico que sustentan las delicadas palabras.
- No, no tengo- seco, sin mayores explicaciones.
- ¿ No tené un cigarro, amigo? -
- No fumo-queriendo dar por terminada la coloquial charla.
- ¿Me decí la hora Papá?- Instintivamente miré mi reloj de pulso ante la solícita pregunta.
A mitad de camino reaccioné. Visualice en una fracción de segundo por dónde venía el interés. Sin hesitar, abrí una navaja que tengo en el llavero cómo para defenderme.
- Qué hacé ¡GATO, PUTO, BOTON!- mientras buscaban sendas piedras en los alrededores.
Al percibir la acción, emprendí una rauda carrera por las calles aledañas.
Acción que culminó a escasos cincuenta metros, cuando dos piedrazos sin puntería se estrellaban contra autos estacionados en la zona.
Caliente. Por la adrenalina y el trotecito, llegué al encuentro de los pibes que a empujones bajaban por la puerta delantera del ómnibus.

- Profe: ¿ Podemo ir a la cancha de Boca? – Los primeros cuatro energúmenos al unísono.

- Sabés que no.- ( retórico ).

Esteban Silva

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