lunes, 23 de abril de 2012

Sangre


Recuerdo haber estado disertando en una clase de universidad. Y recuerdo una sensación de beneplácito al escupir mis palabras a la platea atenta. Mayormente mujeres, el tema versaba en cuestiones de género. Una panorámica axial me entregaba la vista perpleja del conjunto. Estupor, por la sorna acaecida. Rabia contenida, apenas disimulable por el hecho de estar frente a un superior en su breve pero entonado discurso.
Me regodeaba en el hecho de tenerlas cautivas. Pocas re preguntas acaecían. Estaba acostumbrado a ellas, pero el impacto había sido tanto, que sin duda el silencio reinaba como una afirmación.
Hasta que del conjunto, se irguió una joven aproximándose a paso lento. Veía firmeza en su andar. Como aquel que va a entregar un reconocimiento una medalla.
A pocos pasos levanto su mirada, tierna ,grácil. Estrecharía mi mano sin duda.
O mejor, se entregaría en un abrazo consolador que la sobreseyera de su culpa.
El brazo pegado al cuerpo, describió un semicírculo. A media altura, pude ver cómo su mano aferraba un estilete filoso color plata. En la trayectoria atroz un destello iluminó su hoja. La platea reflejada, se hundió en mi yugular.
Me tomé del cuello intentando infructuosamente detener la herida. En vano, de entre los dedos manaba sangre a raudales.
Y fueron compareciendo a intervalos cada una de las asistentes, provocándome los más enfurecidos apuñalamientos.
A esta altura ya no podía ver . Cegado por los continuos embates, mi rostro se despellejaba a jirones. De rodillas, a punto de perecer, sólo esperaba el final del suplicio.
Hasta que unas manos se posaron en mi rostro. De conmiseración pensé. O de justicia.
Y de apoco se fueron resbalando por la superficie tibia y viscosa.
Sus manos, encontraron las mías. Y pensé transmitirle el sufrimiento por el que estaba pasando, cuando pude comprender.
Que tan sólo quería, llevarse mi último aliento…

Esteban Silva

No hay comentarios:

Publicar un comentario