sábado, 3 de septiembre de 2011

Totius Orbis Descriptio Tam Veterum Quam Recentium Geographorum Traditionibus Observata Novum




“E assim foi, que no ano VI do rei Don Joao II, se assinou o tratado de Tordesilhas com motivo de dividir as terras do nosso senhor de Lisboa, em uma linha reta ao meridiano das ilhas de Cabo Verde, deixando ao leste, todas as terras em poseçao da coroa portuguesa”( 1493 )

Cuando Américo Vespucio arribo a aguas brasileñas por tercera vez, tenía un objetivo. Providenciar para el reino de Portugal una línea demarcatoria real, que a tan sólo siete años de distancia una bula papal había impuesto a modo de igualdad pero de manera muy arbitraria. En la empresa, distribuyó a lo largo de la costa brasileña unos monolitos que tenían su sello. Un siglo más tarde, Joao Pedro III, retiraría estos mojones cuando declarase “ la capitanía de las tierras conquistadas”. En la práctica, una parcela de terreno en la costa que se adentraba por la selva amazónica indefinidamente…

Y creo que fue este episodio catastral lo que a la postre definiría al ser brasileño.
Esa voluntad de crecimiento sostenido. Ese optimismo del ladrillo, fundador de ciudades a lo largo de su costa beneficiada. De aguas calmas con remansos, De valles fértiles y de asombro.
Como el que me propició la esmerada piedra en la mañana estival de marzo en la isla de Itacuruça. Lejos de estos registros históricos en el amanecer de esta nación tan prodigiosa, más cercano al ocio displicente de unas vacaciones bien merecidas, reflexioné cual arqueólogo al contacto intempestivo de esta piedra con mi dedo gordo pulgar. Había interceptado con mi pie descalzo una de estas losetas semi-enterradas de la playa virgen: Américo Vespucio, y la ¡reputísima madre que te parió!, proferí para mis adentros, en ambos idiomas…

Estevao Silva

No hay comentarios:

Publicar un comentario