miércoles, 21 de septiembre de 2011

Neurotransmisores

En el año 2018 la empresa Sony entertainment lanzó al mercado un producto del cual siempre se especuló fuese la panacea del mercado cautivo. Los neurotransmisores.
Instalada por décadas en el mercado norteamericano, Sony , hizo pie en el continente, con una estrategia global de mercadeo. Su marca bien ponderada en el inconsciente colectivo, proyectaba vanguardia e innovación. Por eso, no le fue difícil asignar los primeros protocolos de intervención en humanos, allá por los años 15´.
El producto en sí mismo, era un neurotransmisor instalado en el hipocampo del cerebro humano. Mediante una intervención de bajo riesgo, la compañía implantaba un chip en los terminales sensores de la base del cerebro, con el fin de poder divulgar sus contenidos de entretenimiento de una manera nunca vista.
Ante la primera convocatoria, millones de personas en todo el mundo manifestaron su agrado de participar en tal proyecto. Estratégicamente la empresa resolvió inscribir una veintena de cada continente para los primeros ensayos.

El primer paso después de haber hecho los estudios pertinentes en los participantes fue el de rubricar los acuerdos. En dicho contrato Sony, se obligaba con todos los gastos y erogaciones de la intervención quirúrgica, así como una bonificación de por vida de todos los contenidos disponibles para tal artilugio.
Básicamente, el neurotransmisor operaba como una antena satelital en concordancia con un aparato receptor suministrado por la empresa. Su cometido: transmisiones de hiper –realidad, holografías, visión tridimensional, olfato y realidad virtual.
Como era de esperar, la meta de tal emprendimiento, era suscribir la mayor cantidad de personas en el universo. Esa visión totalizadora empero, tuvo los primeros traspiés ya en los primeros experimentos. Una decena de personas al menos, habrían tenido daños severos con el uso del sistema. Y al menos dos, según trascendidos , perecieron.

Sony, intentó por todos sus medios acallar tales eventos. Con su inmenso poder de coacción sofocó las críticas de las compañías contrarias imponiendo un bozal en la mayoría de sus empresas vinculadas. Tamaño emprendimiento no vería contratiempos a estas alturas. Atrás de esta iniciativa, un pool de quinientas empresas auspiciaban por dichos logros. En la más secretas de sus asambleas, firmarían un acuerdo de participación proporcional a los rindes de cada individuo prospecto.
A través de ese medio, canalizarían toda una serie de propaganda individualizada. Los medios de internet venían haciéndolo por veinte años. Ahora era su turno.

En la ceremonia de lanzamiento de la marca no escatimaron en recursos. Diez mega recitales en simultáneo estarían disponibles para los primeros millones de trasplantados. E l procedimiento, parecido a la colocación de una válvula Stent, no demoraba más de quince minutos. Sony bonificaba dicho implante con la suscripción de su paquete Premium de enlace.
Para el año veinte, un estimado de mil millones de personas se encontraban conectados al sistema. Ahí comenzaron los primeros temores.
Organizaciones no gubernamentales y de derechos humanos imponían recursos en las cortes para auditar los protocolos del implante.
Querían observar con detenimiento el terrible poder de manipulación con que contaba la firma, y del cual no se había logrado un total discernimiento.
En su interior, temían por la alienación mercantil a la que supuestamente serían sometidas infinidad de personas.
Nada de eso ocurrió, a un lustro de implementado el sistema un memorándum, interno del consorcio arrojaba los siguientes datos: “Diferencia sustancial de mercadeo, por acción directa de campaña publicitaria protocolo 01, + 12%”.
A pesar del terrible esfuerzo aplicado a cometer tan vedados cometidos, Sony sólo podía jactarse de tener en su manga, una enorme cantidad de suscriptores.
Las empresas participantes que no obtuvieron sus rindes esperados presionaron, a la Nipo-Norteamericana por resarcimientos compensatorios.
Esta, se declaró ajena a la prospectiva no alcanzada, negándose rotundamente a ceder parte de sus suscripciones a favor de las empresas adherentes.

En la mañana del 25 de diciembre del año 2023 un virus informático se desplegó por la central de Sony en Culver City, California. Expertos intentaron sin éxito frenar la embestida del virus, que a pesar de los cortafuegos, interesaban la columna central del complejo de neurotransmisores.
En el lapso de las dos horas siguientes, el mundo vería sucumbir un tercio de su población en el episodio de los “hackers”.
Una comisión evaluadora apuró las investigaciones sin arribar a resultados concluyentes. El siguiente paso, fue volver a las transmisiones ordinarias de aire, que tanto beneplácito le habían dado al hombre en el siglo XX.

Esteban Silva

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