lunes, 12 de septiembre de 2011

La Pata energética



Hacia el año 2016 Argentina entró en una insuperable crisis de recursos energéticos.
Superados todos los estándares de crecimiento, vio colapsar todo el programa de abastecimiento al caer su socio principal en materia de petróleo, Venezuela.
Al impulso del mandato chavista, la nación boricua cambio de signo político, volviendo al tradicional liberalismo conveniente a los EEUU. Sin la pata petrolera, y con sus reservas esquilmadas por décadas , Argentina debió enfrentar una reconversión drástica de sus recursos debido a la salida del sistema de sus pozos continentales y sus proveedores de crudo acostumbrados. Sin el asistencialismo recurrente de la nación caribeña, debió buscar un socio estratégico que le permitiese sostener los índices de su industria pesada. Con un sexto puesto en producción de automóviles, un parque automotor superpoblado y una dependencia agraria de gas- oil, Argentina tenía más que suficientes preocupaciones por atender su rueda económica, tan beneficiada en la última década.
En otras oportunidades, estrategas del gobierno habían propuesto una integración a gran escala con la Nación Boliviana. Sí hasta entonces, el gobierno argentino había desdeñado la idea, a partir de los recientes anuncios de desvinculación Bolivariana, tomaría bien en serio a los socios del altiplano. En la práctica, una asociación tácita de mutuos beneficios existía entre ambas naciones. Bolivia proveía de gas a la región en un precio muy conveniente, por otro lado los argentinos eran permisivos en materia inmigratoria sirviendo de sostén a un tercio estimado de la población boliviana.
Ahora la cosa era distinta, conscientes de la escasez de recursos nacionales, los hermanos latinoamericanos entraron en la rueda de negociaciones con otras exigencias.
En concreto, el proyecto que se debatía para la firma del tratado contenía a grandes rasgos dos pautas primordiales. Argentina trasladaba su sede YPF al país andino y se aseguraba una importación de 15 millones de btu diarios por el gasoducto del norte.
Bolivia a cambio tendría la concesión por 20 años de un corredor transoceánico desde la ciudad de Tarija hasta el puerto de Rosario en el gran Paraná.
El descabellado ( para entonces ) proyecto, preveía una extensa carretera de 1600 km que atravesaba el Chaco Salteño, Formosa, bordeando por las provincias Mesopotámicas hasta el puerto de aguas dulces de la ciudad Rosarina.
La faraónica obra correría por cuenta de los argentinos claro. Cómo era de suponer, surgieron voces opositoras del lado argentino. Objetaban el tremendo grado de intromisión en cuestiones de soberanía que supondría una medida de estos alcances.
Empero, el poder ejecutivo Argentino selló rápidamente el acuerdo, a sabiendas de las otras propuestas de similar calibre que merodeaban en la región…

El 1º de enero del 2017 frente a una comisión bilateral compuesta por mandatarios de ambas naciones, se dio por inaugurado el corredor “ transoceánico binacional”, a orillas del Paraná. Un júbilo estremecedor fue la cúspide del encuentro. Por años la nación Boliviana esperaba por una salida al mar. Sin saberlo, por casi 150 años de oclusión y oscurantismo, habían forjado una nación de ánimo introspectivo.
Por eso, por los tabúes derribados en décadas de atraso y aislacionismo, por la falta de mediterraneidad asumida y ahora vencida, por la Pachamama y por las primeras 10 toneladas de clorhidrato de cocaína “ libres de impuestos” a el viejo continente, es que brindaban los hermanos bolivianos.

Esteban Silva

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