sábado, 15 de junio de 2013

Samurai ( crítica de cine )



Samurai no es un film convencional. En un medio dónde abunda el relato episódico construido principalmente sobre la base de introducción- desarrollo- desenlace, Samurai se presenta como una road movie de características especiales.
Al valerse del recurso inicial, ( la búsqueda de un imposible, Saigo ) compartido con el espectador, el film se orienta como un juego de imposibilidades que ve sus frutos en la rica confrontación de los personajes principales. Un japonés, recientemente emigrado del Japón Imperial a el Norte argentino, ve unida su búsqueda a la de un gaucho renegado de la Guerra contra el Paraguay.
Ambos comparten soledades y una sabiduría sabida a base de refranes.
Es ese recurso el eje de la película. La hipotética reunión de estos dos personajes históricos en un lugar del tiempo.
Anteriormente, muchos folcloristas ya habían advertido este paralelismo ( quizás trágico) de contar la historia de un personaje que en vísperas del nuevo siglo aún conservaba las tradiciones de antaño, viéndose imposibilitados de adaptarse al nuevo orden de cosas. Takeo, no es un Ronin, pero quizás comparte el destino de éste, al retomar la bandera idílica de su abuelo en la búsqueda de Saigo en el noroeste argentino. El ascetismo a ultranza, el apeo, el Katana ( usado como un facón por caso ) y la desfachatez de saberse dentro y al mismo tiempo al margen de la sociedad, vinculan a los dos personajes en esta búsqueda de un ideal perdido.
Awada , ( Poncho Negro ) así entiende su participación en este empresa quijotesca destinada al fracaso. Takeo, de una visión ingenua, verá cambiar su parecer hasta aceptar su destino definitivo : confrontar con su padre.
Quién conozca un poco el cine oriental, podrá observar sin duda trazos de clásicos del género. Jojimbo , Rashomon y otros tantos de Kurosawa se prefiguran sobretodo en la fotografía hecha a base de primeros planos escorzados, rostros adustos, fundidos de tomas exteriores, landscapes a contraluz y tantos otros.
Ahora, la parte gauchesca se vale de otras fuentes. Yendo en el tiempo, es posible notar cosas de “Moreira” y más acá “Aballay” o la ópera prima del director Gaspar Scheuer en su film: “ El desierto Negro”.
El estoicismo de los personajes, es acorde a la época y a la trama. No es un drama convencional. El argumento sopesa la visión onírica del personaje principal y el mandato familiar cargado de conflictos de adaptación y desarraigo.
Es de destacar las imágenes logradas. Son de un preciosismo nunca visto en nuestro cine. Una paleta de tonos atenuados ( sumi-e ) acorde, reconstruye la época y resulta la adecuada para nuestra contemporaneidad.
Su impronta resalta sobremanera.
Quizás pueda achacársele la falta de un giro inesperado al final, o una conclusión más concreta. De cualquier forma, cualquier desprevenido espectador podrá gozar de forma plena al asistir este film tan particular.

Esteban Silva

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