martes, 30 de octubre de 2012

Del autor, al lector



Un ultraísmo a la medida de las circunstancias. Una retórica sesgada de los elementos esenciales. Un discurso que se adapte al interlocutor, a su voz dilecta. A aquella en que las palabras mellan con entusiasmo su estima, pudiendo inferir estocadas en lo más hondo. Habrá quien hable de oportunismo. Pero oportunismo, es el acto consciente de dirigir el mensaje a sabiendas de no sostenerlo. Yo hablo de las formas.
Porque se puede reflexionar en el humor. Reír con un drama. Llorar en la comedia.
Todo depende del grado de credibilidad. Esa, es la retórica.
El lugar previamente asignado a dónde el autor dirige su rebaño.
Hubo un tiempo, que estas cuestiones de género eran asumidas generacionalmente.
Hoy en día, convive el eclecticismo clasicista, con los paradigmas de la modernidad.
Un ultraísmo a la inversa, iconoclasta. En un mundo cargado de imágenes, provistas por los medios gráficos y audiovisuales, indagar al respecto, es en vano.
Mejor será volver a las fuentes. Al ejercicio idóneo de las palabras y su significado. A resolver los enigmas filosóficos que nos plantea esta nueva era. La arena mágica.
Hablar genérico, no nos hará estoicos. Parte del escepticismo imperante es derivado del avance de la ciencia y el declive de lo espiritual.
Lo importante será entonces, como siempre lo fue, lo novedoso y original de nuestras empresas. Ese punto de vista disímil del pasado, que se reformula en el presente y tiene en cuenta los nuevos condicionantes.
Sólo así, podremos contar fabulosas mentiras, teñidas de verdad.

Esteban Silva


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