lunes, 15 de octubre de 2012

Un incidente con la línea 39.

Después del fin de semana largo con amigos en la costa, me dispuse finalmente a enfrentar la cotidianeidad de la ciudad , una vez más. Promediando el día, arranqué desde la ciudad de Pinamar, para poder estar al cierre de nuestro negocio en horas de la tarde. La vuelta no reparó grandes sorpresas, todo estaba en sus andariveles. Hicimos caja, y nos despachamos hacia nuestro hogar en la compañía de mi nuera y nieto.
Una vez acomodados, celebramos la vuelta con unas pizzas y bebidas.
Tal como estaba acordado, acompañaríamos esta vez a los chicos sólo hasta la parada de colectivos. Después de una jornada intensa, que incluía varias horas de ruta, al ánimo había decaído como para incluir un traslado domiciliario a contramano en horas de la noche. A pesar del frío sorpresivo con que nos tomó la noche, yo resolví sortear las escasas tres cuadras que nos separan de la avenida Patricios en ojotas.
Me había bañado y vestido a la manera usual después de una reconfortante ducha.
Unos cortos, una remera, y acaso un abrigo por la incipiente y descomedida brisa.
La comitiva estaba compuesta por mi mujer, mi yerno y nuera, mi pequeño nieto de 10 meses y por último mi perro mascota que aprovechaba salir a hacer sus necesidades.
Era la hora 00:00 AM. A esa hora, los colectivos urbanos en la ciudad de Buenos Aires comienzan a espaciar sus recorridos. Por eso, decidimos apresurar el paso.
La avenida Patricios, ofrece la alternativa de varias líneas con destino a Chacarita.
En dirección transversal, circulábamos por una calle que desembocaba en la avenida.
Pasé de brazos a mi nieto que se enfundaba en un abrigo circunstancial.
Me adelanté al grupo para otear en línea recta el acometido del algún medio de transporte. No fue necesario, a escasos metros disminuía su velocidad un interno de la línea 39 en dirección a nosotros. Le hago señas para que pare.
El grupo demoraba su presencia, a escasos diez metros de la parada.
En eso, y resolviendo que el tiempo empleado de espera era suficiente, el chofer decide emprender la marcha hasta la señal de rojo del semáforo, recién iluminado.
Toda la familia se encontraba reunida al pie del colectivo. Bebé en brazos…
Detenido a sólo ocho metros por delante de la parada, aún con señal rojo del semáforo. Desde el mismo llano le, hago señas al chofer para que abra la puerta y se digne a llevar a esa familia en el medio de la noche.
Displicente, desde arriba del trono de cuerdas plásticas que tienen por asiento, me hace señas con el dedo índice de que no….
Para qué…
Un correctivo indómito salió de mi pesada pierna derecha con destino de la puerta de ingreso.
Subrepticiamente, dos paneles de vidrio estallaban al unísono mientras que los pasajeros atónitos observaban la escena. En el interior, dos gendarmes de prefectura abandonaban su cómodos lugares para arribar al epicentro del desastre.
En el trayecto, pude ver cómo acomodaban su abrigo y gorra en los asientos vacíos mientras que a la carrera soltaban el prendedor que sujeta al machete.
Temí lo peor. El chofer, se encontraba espantado en unos de los rincones del asiento, previendo una acometida de mi persona.
Los gendarmes, hicieron lo suyo. Instaron al chofer dirigirse a la comisaría más cercana, junto con los pasajeros. A dos cuadras del suceso, interceptaron a una patrulla que merodeaba por el Parque Lezama.
Subieron dos agentes y se interiorizaron del altercado.
Uno de ellos, mandó descender al pasaje, que protestaba aireado por el contratiempo.
Me llamó a uno de los extremos del bondi, y me interrogó al respecto:

- ¿ Qué pasó flaco?- ( Interrogó el policía de forma retórica, ya previendo la respuesta…)

- Nada, que estábamos en la parada y este guacho se hace el boludo y no nos abre la puerta…No por mí, pero estoy con mi nieto cagándose de frío y sabe que de acá a una hora no pasa otro bondi…- (Mi versión simplificada de los hechos, que omite deliberadamente el exabrupto ).

El policía, medita la acción y escucha las dos campanas. Al rato se acerca y me confía:

- Ahora hago que te tomo los datos, después ¡rajá!-

Y nos dirigimos nuevamente hacia la parada de colectivos tan solicitada.
Al doblar en la esquina percibimos que en la misma, se encontraban los pasajeros frustrados del altercado, conjuntamente con los dos rechonchos gendarmes.
Fui instado por el grupo, a desistir de abordar la línea 39.
En contrapartida, nos fuimos a unos de los bordes del Parque Lezama dónde transita el 168 con similar destino.
Y si relato este episodio con ciertos matices de sorna, no es por querer jactarme de la violencia cometida por mi parte. Lejos estoy de querer convalidar estas “ metidas de pata” en las que el carácter me juega una mala pasada.
Pero después de todo, no dejo de reflexionar, que un poco de justicia hubo, en el hecho del policía hacer la vista gorda en esta ocasión…

Esteban Silva




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