viernes, 22 de julio de 2011

Amigo, No bardié




Amigo, No bardié

Día de semana. Rodriguez Peña y Marcelo T de Alvear, 14 hs aproximadamente.
Compro un pancho y una Coca en un kiosco próximo a la esquina.
Arribando a la conjunción de estas dos arterias, observo el siguiente acontecimiento.
Dos policías, de bicicleta, ordenaban a un hombre que se sentase en la vereda.
Yo, esperando que abra paso el semáforo, sigo los pasos atentamente a escasos metros.

- ¡ Las manos al frente! – Conminaba el policía ejerciendo presión lateralmente de manera preventiva. El reo, escasos treinta años, situación de calle a juzgar por el bolso en que trasladaba todas ( o sus pocas ) pertenencias.

- No me bardié amigo- Mientras escondía sus manos del cerrojo policial.

- No te hagas el loquito- Insinuaba escueto el policial.

- Sabé lo que pasa, papá. E que usted...- Acto seguido y de manera preventiva dos machetes de goma se ensañaban sin piedad contra la gorra de lana del infortunado.
Forcejeos. Pedido de refuerzos. Dos patrulleros arriban al lugar en minutos.

Yo que ya había cruzado la calle, observaba tranquilo desde el cantero que está frente al Palacio Pizzurno. Disfrutaba del escaso sol que se filtra por azimut de los edificios lindantes. No por eso, y lejos de intervenir, reflexionaba sobre ciertas conclusiones iniciales.
El joven ya con ambas esposas al frente, se lamentaba en llanto. De su cabeza manaba profusa sangre que se escurría detrás de él, junto a la pared.
Ahora, todos, esperaban por la asistencia médica que no demoraba en llegar a juzgar por la sirena atronadora del SAME a mitad de cuadra.
No había ( a simple vista ) víctimas lamentándose de algún crimen. Tampoco me pareció que un hombre de la calle que cargase con su bolso participase de un delito.
No lo sé.
Lo único que si observe, es la indefensión del desamparado.
La impunidad con que actúa el orden con alguien de la calle.
Que quizás quería ocupar un zaguán, garronear un pancho, o pedir unas monedas.

Incliné a 45º el cartón contenedor del pancho, canalizando el último bocado, consistente en papas fritas y algunos granos de choclo. Apuré un sorbo de bebida.
Y di por concluido el episodio castrense.

Esteban Silva

3 comentarios:

  1. el pequeño pinchazo que produce el abuso es así, hasta que nos toca a nosotros. Bella reflexión y bien contada. Me gustó también el poema anterior. Saludos

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  2. Exactamente, a menudo veo la vida pasar sin intervenir. Pero cuando ese atropello toca en nuestra puerta es que nos angustiamos:
    Gracias por tus comentarios

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  3. En un hecho quizás con algunas similitudes falleció el hincha de San Lorenzo la última vez que enfrentó a Velez en el amalfitani...la Federal lo reprimió, supuestamente falleció minutos después con un paro cardíaco...y eso ocasionó todos los disturbios que hicieron que se suspendiera el partido...lamentable.

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