martes, 20 de noviembre de 2012

Alambiques


A diferencia de lo que muchos aseveran, no creo que el principal motivo que anima a los escritores sea el hábito de la lectura. En detrimento de tales enunciados, debo argumentar, que la principal causa que moviliza al acto de escribir, es el hecho de plasmar el inmenso caudal de pensamientos que asalta a nuestra conciencia.
Ese diálogo constante con uno mismo. Ese recorrer permanente de los conceptos desdoblados de la vida utilitaria. Y si, no hay de que asustarse. El escritor tiene una doble vida constante.
Una, minimizada. Atendiendo las cuestiones mundanas, el quehacer doméstico, las relaciones inter-personales. Otra en tanto, la más importante, se desarrolla en su psiquis atormentada .
La conceptualización. La creación de personajes y de historias. El juego didáctico con las palabras y los enamoramientos temporarios. El desarrollo argumental y el cierre pertinente.
Y otras consideraciones de orden técnico, que no vienen al caso…
La lectura empero, sirve de base al canon habitual en dónde se desenvuelven sus historias.
De un hábito eficaz y constante, se llega a una gimnasia de aprendizaje que estimula al acto creativo por emulación. Pero tal semilla, instalada subrepticiamente en el interior del escritor, no se traslada de forma automática a las páginas.
Antes, ocurre el hecho creativo por excelencia. La compactación del material circundante y el proceso de destilación que abreva en dicho proceso.
Eso somos. Alambiques en estado de ebullición. No importa la materia prima a ser utilizada.
Importa el proceso y el producto terminado.
Que a veces, sabe amargo. Seco. Áspero. Cómo la vida misma.

Esteba Silva

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