sábado, 10 de octubre de 2015

El cine


El cine es un ejercicio de soledad. Es imposible pensarlo en un colectivo. Si bien, su manifestación se debe al hecho de la producción en conjunto, la génesis misma, está en la idea de su creador.
Con el espectador pasa lo mismo. Aún como manifestación social de costumbre, la experiencia es individual y hermética. Por eso, es difícil coincidir tanto en la crítica cuanto a las consideraciones que hagamos de él.
Lógicamente toda obra artística presupone cierta retórica. Cierto lugar emotivo al que se quiere arribar. Pero está la individualidad cómo elemento de discernimiento, ante toda experiencia.
El cine es un acto reflexivo. De la historia en sí misma que fue contada en la pantalla ante nuestros ojos y lo que surge de la comparación con nuestras vidas.
La proyección idílica de los personajes. La empatía determinada ante ciertas situaciones y caracteres. La interpolación de roles tácita y manifiesta que se nos presenta.
Por eso las respuestas son muy disímiles ante el escrutinio de conjunto. Hay un todo simplista que se resume en el agrado o no, de la obra visualizada. Ello, como primer elemento de análisis. Pero hay segundas lecturas pormenorizadas, que les son dadas a aquellas personas que reconocen el lenguaje simbólico expresado en el film.
Están las lecturas particulares también, cómo cualquier manifestación artística de trascendencia.
El cine es referencial. Porque es una estructura narrativa conforme a un tiempo y tecnología. Tiene su anclaje en el bagaje fílmico y su proyección en las innovaciones técnicas. Así cómo explora los temas contemporáneos, hace revisionismo histórico de forma exhaustiva e imagina un futuro cercano conforme a sus escenarios.
Ese lenguaje al que hacemos referencia se traduce no sólo en formato preponderante de una época. En el estilo que se adopte en la narración. En las corrientes que la obra abreva, consciente o inconscientemente. Somos el producto particular de un segmento de tiempo. Cómo tal, tendremos los vicios y aciertos que sólo la distancia resalte.
Al tiempo que se estreno: “Avatar”, James Cameron auguraba “una nueva era fílmica” por la nueva tecnología de 3D. Nada de eso, o muy poco ocurrió. La nueva tecnología apenas aporta matices que las salas comerciales explotan a conveniencia.
La era digital si aportó lo suyo. Su impronta resucitó a las pantallas, las grandes epopeyas de cine histórico, bélico, de fantasía y futuristas.
En detrimento de ello, cierto cine discursivo y de conflictos ( drama ) que abundaba desde la década del setenta, retrocedió sensiblemente frente a las historias a ser contadas en el nuevo formato” 3D”, más adaptado al género de acción y aventuras.
Los films, se convirtieron en “franquicias”, algo impensado… La posibilidad de explotar el producto comercialmente a través de la saga y sus derivaciones marketineras. Esta situación alteró de forma definitiva la obra como “ un todo”.
Ya no es necesario reunir los actores originales a la hora de una saga. Sus papeles pueden estar representados por otros actores, por reconstrucciones digitales parciales o por el caso omiso conveniente a la prosecución del ahora mal llamado “producto”:
Estas consideraciones nefastas, por lo general transcurren en la industria cinematográfica mainstream estadounidense, que es la que gobierna el noventa por ciento de las pantallas o más. El resto, producciones locales de carácter vernáculo o regional toman distancia de las grandes producciones y generalmente se centran en conflictos propios de carácter universal.
El mundo globalizado exige eso al menos al difundir sus historias. Un lenguaje universal del cual hacerse propio a pesar de las latitudes.
Como ya hemos visto, la lengua hablada en el film no representa impedimentos a la hora de la comprensión del conflicto.
Eso es un gran beneficio a priori. Por lo menos eso es lo que surge de los grandes festivales de cine, dónde aun persiste la brecha diferencial entre cine comercial ( estadounidense ) y del resto del mundo.
Qué paradoja… Los grandes cineastas norteamericanos resaltan el cine clásico europeo.
Antonionni, Fellini Bergman, Welles, Hichtcock y a el gran Kurozawa.
Lo cierto es que a la hora de dirigir, su “ producto” está condicionado inexorablemente a los vaivenes de la producción cinematográfica.
Están atados de manos a la imposición de actores, personajes, presupuestos, locaciones a ser mostradas, marcas de vehículos etc.
Por suerte, aún en las condiciones descriptas, ciertos directores de trascendencia consiguen desarrollar una Obra que responde a su visión particular.
El ejercicio de honestidad intelectual, concebido en la soledad.

Esteban Silva

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