sábado, 17 de octubre de 2015

Sustentabilidad.

Hoy en día se entiende comúnmente a la sustentabilidad, cómo a la armonía de condiciones económicas, ecológicas, sociales y políticas que deben generarse entre los diferentes sectores sociales. Mujeres, hombres y entre la población con su ambiente.
Dicho de esta forma, hay responsabilidades que surgen del hecho colectivo como sociedad y hay implicancias individuales para el sostenimiento de esta idea.
En lo colectivo, atañe a los gobiernos e instituciones el contralor de las políticas medio ambientales que surgen de la agenda particular de cada región, y de las estrategias de conjunto. En lo individual, está el comportamiento de las personas o la sujeción a derecho.
Pero no es suficiente.
Las organizaciones ecologistas se enfocan en problemas puntuales que derivan de su campo de acción. En general conservacionistas del medio ambiente. De una u otra especie en particular. Definen roles, enemigos comunes y planes de acción.
Su lógica está basada en promover el “sostén” de los recursos. Una acción desde “afuera”, que implica reglas a seguir, sanciones y remediaciones.
La sustentabilidad es una acción “interna”. Emana de la conciencia del ser humano como individuo pensante. Ya no hay sanciones que intimiden. Lo que existe, es la plena conciencia de la persona y su proceder con el medio ambiente.
Con la marca endeble o no, que su paso por la Tierra ceda a las generaciones venideras.
El discurso generalizado de las organizaciones hace foco sobre las energías no renovables. Su usufructo desmesurado, unido a la superpoblación degrada el medio ambiente y acelera el calentamiento global, producto de los gases de invernadero.
Esto es cierto y mensurable.
Pero en su lucha por reconocer al villano número uno, desestiman otras causas, tan o más importantes que ésta. A saber: La contaminación global a escala mancomunada de la ganadería, el gas metano que provoca, la degradación de selvas y espacios cultivables que son necesarios para su desarrollo.
El ser humano es un homínido desarrollado. Como tal, no necesita en su dieta grandes cantidades de carne. Mucho menos de lácteos o sus derivados.
Esencialmente su dieta omnívora debería ser herbívora. Cómo sus ancestros o sus pares simios. La ingesta de carne es cultural. Varia de una región a otra. Tiene que ver con los recursos, pero esencialmente con el acceso al dinero. Con la posibilidad de que grandes
sectores de la población mundial estén en expansión.
La ecuación es exponencial. A más población mundial con recursos, más ganadería y tomas de tierras para producir forrajes y granos necesarios para los animales.
Más tierras, significan menos selvas y bosques. De ahí el círculo vicioso que retro alimenta el calentamiento global, la desertización de grandes áreas y a la larga, la desaparición de grandes extensiones de tierras costeras e islas.
De nada sirve entonces llevar una vida acorde a los principios de la “sostenibilidad”.
Un vehículo eléctrico, un panel solar, cualquier economía de recursos no renovables que ayude al no calentamiento y polución es bienvenida. Aunque insuficiente.
La solución a largo plazo, es cambiar la lógica económica por variantes realmente sustentables.
Visto y considerando que frenar el crecimiento sostenido de las poblaciones ( recién nacidos y ancianos ) es imposible, la lógica nos indicaría cambiar nuestro hábitos dietarios y no consumir carnes de ningún tipo.
Cómo todo estadio de comprensión de un problema, el ser humano arriba a estas conclusiones por los medios mensurables que las nuevas tecnologías aportan.
Pero hay otro nivel de comprensión, que tiene que ver con la maduración ética y moral de la sociedad en el siglo XXI: Las matanzas y crueldades contra los animales por parte del hombre son insostenibles.
Hablando claro, no se puede ser sustentable y ser carnívoro al mismo tiempo.
La doble moral no deja de ser una hipocresía abierta.
Así cómo no podemos vociferar contras las petroleras y tener medios contaminantes que utilicen petróleo o derivados.
Toda toma de conciencia, exige acciones concretas en un sentido.
Para ser sustentables, por último tenemos que entrar de acuerdo con la naturaleza y ser equilibrados. La prolongación o sostenimiento de otras especies implica no invadir su hábitat ni consumir sus recursos.
Es un cambio que le atañe a nuestra generación.
A nosotros mismos en primer lugar, a nuestros pueblos y por último a nuestros gobernantes.
Es simple y está al alcance de la mano.

Esteban Silva

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