sábado, 19 de noviembre de 2011

Ocaso

Aún los jacarandaes vomitan su púrpura de hastío, cuando el tiempo llega.
El tenue aroma de sus horas se ha ido. Un fétido vaho de fermento gana altura en su entorno. Los frutos descansan el pisoteado yermo de su sombra. Todo muere.
Alargar la vida en un suspiro es inútil. Mejor, es rendirse exhausto a la majestad del destino. Otrora amor, ahora, sólo un beso de sepulcro.

Esteban Silva

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